domingo, 3 de marzo de 2013

El bailaor


Ante el tendido, el veterano bailaor mira con frialdad las pobladas gradas. Sus pasos firmes, cargados de pasión hielan el ambiente. La magia comienza con sólo entrar en escena. Sombrero de ala ancha, pelo oscuro ceñido a media altura. Barbilla altiva y camisa con bordados blanca a pecho descubierto. A un lado, el maestro acaricia con pericia las seis cuerdas de una guitarra española. Lo acompaña un cajón y varios palmeros.

Se disuelve el aire distendido. El flamenco arranca. El bailaor abre su alma y en el silencio tensa sus músculos, dibuja épicas figuras cargadas de magnetismo. Su cuerpo galopa fundiéndose en la música.

Los jóvenes anhelan conseguir su estatus, lograr que con un gesto se levante el plantío enarbolando pañuelos blancos que rindan pleitesía a su arte. Furtivos susurros al oído que evidencian el duende del artista. Gritos eufóricos a piel descubierta. Cual corcel brioso en gráciles saltos sacude los sentidos.

Las mujeres suspiran ante su encanto. Hipnotizadas por el embrujo de los contundentes movimientos acentuados por la intensidad de los músicos. Sueñan en secreto con sentir la pasión en sus carnes. Bombean de sus corazones pasión gitana ante la magia desparramada en el tablao.

Al finalizar cada función. El bailaor se sumerge en su isla de soledad, en perenne melancolía. El camerino es la cueva en la que se oculta hasta la próxima sesión. Otro pase regresará y tendrá una nueva oportunidad de dejar el alma en las tablas, a morir en su arte.

Quién lo conoce sabe que en cada actuación va muriendo poquito a poco. Puede que sea cierto que el tiempo lo cure todo. En su corazón, más que una enfermedad, existe un vacío. Y es que en su caso, como en las más bellas historias de amor, su gitana marchó prematuramente. Un vacío del que sólo se olvida bailando. Y lo justifica con arte flamenco tras cada actuación que sentencia: “me queda una menos para volver a reunirme con ella”.

Se mira en el espejo. Traga saliva y con pasión vuelve al escenario a hacer lo que mejor sabe. 

Atardecer en la playa de Las Canteras. Febrero 2013.
La isla sin Camarón.

5 comentarios:

  1. Muy bien escrito aunque de final triste.
    Un beso

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  2. por cierto ¡ que tengas unos felices 35 añitos!!! y el año venga cargado de cositas güena

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    1. Muchas gracias, triste y bonita como la vida en ocasiones. Besos

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