jueves, 23 de junio de 2016

Me quieres

Dentro de su estado de agitación habitual sólo se le ocurrió hacer una cosa para apaciguar sus dudas. Algo le empujó con fuerza para constatar que no se equivocada.

Aprovecharía el momento en el que su amante dormía para escarbar en su pecho con delicada ansia. Sacó de su pequeño bolso unas pinzas y las utilizó minuciosamente con mimo en la zona en la que en la escuela le indicaron la ubicación exacta del corazón.

Trataba, razonadamente, de encontrar la parte en la que ella apareciera, en la que su reflejo justificara lo que sentía hacia él.

Comenzó por un discreto agujero por el que topó con una curiosa aleación de carne y huesos que desprendieron aroma a vida, a naranjos en flor a punto de sonreír al sol; tras una capa de suave piel que tantas veces besó. El rojo se iba intensificando a medida que la sinuosa gruta se acercaba al corazón, a cada suspiro en los que se iban fracturando capas de bellas cavidades.

En un instante los rítmicos latidos fueron guiando su camino, incentivando sus ansias. Tres capas después bastaron para localizar el umbral del órgano más deseado. Los latidos ya no eran contenidos por la caja torácica por lo que retumbaban en la habitación con sonoridad. La minimalista lámpara que observaba la escena desde las alturas comenzó a bailar al ritmo que marcaba su dormido amado.

Observó con alegría el corazón. Era rojo. Muy grande y vivo. De un rojo intenso que no se puede describir con palabras. Lo acarició. Pero esto no le bastaba.

Continuó con su búsqueda, con más delicadeza que antes si cabe. Atomizando con un alfiler el órgano para hallar su cometido. Hasta que en un microscópico punto encontró lo que buscaba.

Estaba muy profundo, protegido en lo más hondo del corazón. El lugar en dónde dejamos las cosas que no queremos compartir con nadie. Ahí encontró un papelito cómo los que salen en las galletas de la fortuna de los chinos. Lo cogió y leyendo muy de cerca pudo ver que con letra cursiva decía: tú eres mi vida.

Al verlo se sonrojó, era muchísimo más de lo que buscaba. Volvió a dejar todo en su sitio avergonzada. Segura de que si no movía nada, él nunca se enteraría de su acto tan despreciable cargado de desconfianza.


Tapó el agujero, abrochó los botones de su camisa y se recostó a su lado. 

Sognefjord (Fiordo de los sueños) agosto 2014. La Isla sin Camarón