Al verte salir de casa me imagino que eres una colorida mariposa. La mezcla de tus colores deslumbra. En primavera tu paleta me embelesa con tonos pastel que se tornan en cálidos rojizos al llegar al verano.
A tu paso las farolas se tornan en enormes girasoles y los vehículos se convierten en mansos escarabajos que aminoran su ritmo para verte revolotear. Pizpireta. La ancha avenida se convierte en un serpenteante canal cargado de sargos y salemas.
Las cañerías de mi vieja ciudad repican y silban delicadas melodías por bulerías. El color de mi acera, los fríos escaparates, los solitarios bancos de los parques, el viejo quiosco y su quiosquero,… se transforman en transparente alegría desbordante tras tus huellas.
En tus antenas se dibuja una expresión confundida entre la despreocupación y la pasión por lo que haces. Tus armoniosos movimientos se traducen en bailes orquestados por los balcones de las casas en los que se divisan trompetas de vida.
Las flores lloran de alegría consoladas por el abrazo de los verodes apostados en los tejados de nuestra ciudad. Y yo me dejo llevar por ti, asomándome a la orilla de la ventana. Sonriendo.
Desde que te conozco llenas de color mi jardín.