Volcada en un trabajo que le roba demasiadas horas de una
vida veloz se olvida de los detalles; concentrando su atención en los hechos
del entorno por encima del quehacer familiar. Sus hijos crecen sin su permiso. Su
hogar es atendido por otros. Sus sueños de juventud se van apagando en cada
cana y arruga que rodea su mirada.
Con el invierno, una sacudida la despierta en plena
madrugada. Su cuerpo estremecido tiembla y su cabeza hace vanos esfuerzos por
recuperar la normalidad. Las siguientes horas son una desgarrada lucha por
entender, un combate incomprensible por no abandonar la consciencia y mantener
la cordura. Con la luz de la mañana se apagan sus ojos y se olvida del mundo
que la ha acompañado las últimas cuatro décadas.
La preocupación crece en su entorno. Los especialistas que
estudian el caso no atinan en un pronóstico. La familia desconcertada se
sumerge en tristeza aferrándose a las olvidadas veleidades. Las horas dejan
paso a los días que lo envuelven todo en un clima extraño de cotidianeidad
ficticia.
Siete eternos días después, mientras su marido ve las
noticias en la televisión de pago de la clínica, Julieta despierta de la misma
manera que se había marchado. Inesperadamente.
Callada y fiel a su papel de observadora del mundo trata de
ordenar el puzle de los hechos, pero el volumen de las noticias locales la enredan.
Un cambio de rumbo en el gobierno la obligan a, con un esfuerzo excesivo,
incorporarse para escuchar mejor. Su marido sorprendido la abraza. Durante
algunos minutos el milagro es maravilloso. No se atisban daños secundarios.
Hasta que Julieta, con una sonrisa separa los labios y quiere agradecer todo lo
que presupone han sufrido por ella. Preguntar por sus hijos. Saber que ha
pasado en el contexto social y político...
Coge fuerza nuevamente, pero esta vez desde el estómago y
sólo escucha un insignificante graznido. Ni siquiera está segura de haberlo
escupido ella. Se concentra y hace una tercera intentona. Nada.
Parece como si la vida le estuviera arrebatando su capacidad de
habla, su bien más preciado. Como si se le hubiesen gastado las palabras de
tanto usarlas... pudiera ser viniendo de ella.
A las pocas semanas y ya en casa se prepara el desayuno y al
coger la cafetera se escucha pronunciar: "café de Colombia".
Esperanzada por su mejoría vuelve a intentar disparar sonidos. "Aguacate,
torrija, avestruz...". Parecen bien pronunciadas pero no en su contexto.
Extrañamente nunca ha olvidado lo que es cada cosa. Recuerda
lo que aprendió pero no sabe ponerle nombre a nada. Las palabras danzan a su
antojo en su memoria no siendo capaz de ordenarlas correctamente.
Desconcertada por la crueldad del destino, la inclasificable
aventurera de las letras comienza a crear un lenguaje único. Cuando quiere algo
lo señala acompañándolo de lo que sale por su boca. Si quiere un poco de pan,
mirándolo puede decir "manifiesto... o garrapata". Cuando alguna vez
se aventura a coger el teléfono es capaz de responder con un "bésame la
sinergia". Y si lo que quiere es desearle buenas noches a sus hijos; estos
ya han comprendido que su traducción es "España va bien".
Fin del primer capítulo
Para que el sol continúe dorando la piel en nuestro afortunado paraíso, por mantener nuestra única tierra limpia y seguir disfrutando sus virtudes naturales.
NO destrocen nuestras islas jugando con el oro negro, hay cosas que no tienen repuesto.
El Hierro, Tamaduste 2012. La isla sin Camarón. |
Atardecer en Faro Pechiguera, Playa Blanca. Lanzarote 2008. La isla sin Camarón. |
Cruz en Sta. Brígida, Gran Canaria 2013. La isla sin Camarón. |
Confital, Gran Canaria 2012. La isla sin Camarón. |
Faro Fuencaliente, La Palma 2008. La isla sin Camarón. |