miércoles, 20 de abril de 2011

El camino de las mariposas

Al verte salir de casa me imagino que eres una colorida mariposa. La mezcla de tus colores deslumbra. En primavera tu paleta me embelesa con tonos pastel que se tornan en cálidos rojizos al llegar al verano.

A tu paso las farolas se tornan en enormes girasoles y los vehículos se convierten en mansos escarabajos que aminoran su ritmo para verte revolotear. Pizpireta. La ancha avenida se convierte en un serpenteante canal cargado de sargos y salemas.

Las cañerías de mi vieja ciudad repican y silban delicadas melodías por bulerías. El color de mi acera, los fríos escaparates, los solitarios bancos de los parques, el viejo quiosco y su quiosquero,… se transforman en transparente alegría desbordante tras tus huellas.

En tus antenas se dibuja una expresión confundida entre la despreocupación y la pasión por lo que haces. Tus armoniosos movimientos se traducen en bailes orquestados por los balcones de las casas en los que se divisan trompetas de vida.

Las flores lloran de alegría consoladas por el abrazo de los verodes apostados en los tejados de nuestra ciudad. Y yo me dejo llevar por ti, asomándome a la orilla de la ventana. Sonriendo.

Desde que te conozco llenas de color mi jardín.



 “Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos.”
Poema 14. Pablo Neruda


El camino de La Mariposa.
Karlovy Vary. 2008

4 comentarios:

  1. Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
    Tú me responderás hasta el último grito.
    Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
    Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
    Poema 14, Pablo Neruda.

    PD: Gracias.

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  2. Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
    Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
    Hasta te creo dueña del universo.
    Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
    avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.

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  3. Desayunando este domingo de manifestación en casa de Yraya nos juntamos unas cuantas mujeres. Las hubo embarazadas, madres, otras que lo estamos deseando y alguna que no (esto último es una suposición, porque dicen que de todo hay en la viña del señor...). También hubo niñas y un niño, perros y una perra, un representante del género masculino (con el que tengo la suerte de compartir mutuo amor), además de abundante comida y ganas de regalar cariños, lo cual nos mantuvo finalmente no sólo la mañana, sino parte de la tarde. Hacía un día soleado y me acerqué a la ventana sorteando los corrillos del salón, dispuesta a reposar, acompañada de un cigarro, las confesiones y la comida con una tremenda sonrisa puesta de pura felicidad. La calle Luchiana estaba tranquila, también de sobremesa, casi paralizada. Desde el tercer piso tienes perfecta visión de esas manzanas de otra época condenadas a ser barridas por el nuevo Plan General de la ciudad para dejar paso a una gran avenida de coches con rotonda incluida. Se me antojó que Luchiana también estaba, como yo, reposando, que podía estar digiriendo en ese día de fiesta todos los coches de la semana, toda la vida pasada a través de esas construcciones casi ruinosas que ahora miraba soleadas y bellas. Absorta, hipnotizada y a punto de ser quemada por un cigarro olvidado hace siglos estaba. Sorda y paralizada, cómodamente embutida en el ensimismamiento buscado -casi de manera pecaminosa y disfrazado de aparente inconsciencia- para entrar en off (uf). Así irrumpió el movimiento en la escena de aquel escenario petrificado con olor a palimpsesto congelado. La vi hermosa de grande, casi fuera de escala, y encendida de naranja profundo, en contraste con lo gris del cemento y las planchas raidas de los almacenes ya olvidados de guanarteme. Su vuelo entonces se me antojó lento y revelador, apareció descarada con su baile de revoltijo, digna cual emperatriz se acercó desde el horizonte para desfilar la calle, y zambullirse por los agujeros de las cubiertas raidas para ofrecerme una visión intermitente de su explendor. Y toda esa belleza así de simple, sin esfuerzo, así de despreocupada ella...Doña Mariposa Monarca en primavera...

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  4. Me alegro de que al fin encontrarás a Doña Mariposa Monarca; de manera espontánea y fortuita. A veces, en los momentos más insospechados y en las situaciones más inesperadas suceden las cosas más maravillosas.
    Un beso grande y no dejes de mirar por la ventana, no sea que la próxima vez que te venga a saludar no estés para verlo.

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