martes, 3 de diciembre de 2013

El club del beso

A unas manzanas de mi colegio se cruzó en mi tierno destino un lugar mágico de los que sólo se ven en los cuentos. Un extraño día me adentré en "El caballero de la triste figura", librería que por su aspecto es posible que la hubiera puesto en pié el propio Cervantes.

La primera impresión, tras cruzar su estúpida puerta averiada, no pudo ser peor. Entre libros desordenados , polvo y escasa iluminación se encontraba, tras un diminuto pasillo recargado de novelas de aventuras, atlas del mundo y libros de Carl Sagan apilados debatiendo las leyes de la gravedad, un desaliñado mostrador del que a modo de altar emergía un bajito pero carismático dependiente.

Pidiendo explicaciones con un inexplicable lenguaje gestual acerca de qué coño hacías en su establecimiento, mantenía un atractivo duelo de miradas. Parecía probar a cada visitante para saber si era lo suficientemente duro como para entrar en su establecimiento. Como al tiempo supe, este malas pulgas diminuto era el dueño y señor de aquel extraño espacio. Se trataba de un antiguo mando de las falanges aferrado a los tiempos de la opresión franquista. Su nombre, Don Celestino, poco o nada tenía de ver con su carácter. Tenía una cara redonda y carnosa, algo enrojecida, y unas horribles gafas que no conseguían disimular unos ojos bañados en odio. Su ropa era sencilla y siempre tuve la sensación de que sólo tenía una camisa con la que vestía a diario; una deslucida prenda azul cielo de blancos botones muy parecida a la que utilizaban los barberos en aquel tiempo.

Tras ver el panorama, en mi primera incursión, decidí que no entraría más en aquella cueva en la que habitaba un auténtico ogro. O eso pensaba yo.

Unos meses después, en el habitual recreo que yo malgastaba jugando a un deporte que sólo me ha regalado lesiones, me fijé en una conversación que tenían varias compañeras de clase que se encontraban a un lado de la cancha. Hablaban sobre un club al que hacían llamar: "el club del beso". En ese momento me pareció un club maravilloso al que quería pertenecer y más al venir de los labios de la que era mi musa infantil. Tan inocente que éramos… al menos yo, claro.
La curiosidad pronto se apoderó de mí y decidí averiguar que era todo aquello. Cómo podría entrar a formar parte de un club tan especial y didáctico. Así que fui a la fuente más fiable del momento, el tertuliano de hoy encarnado en un niño de nueve años, Manuel Antonio. Y no me defraudó…

-Lo siento pero no me creo que en la mierda de la librería de Don Celestino esté el "club del beso". Además ese tío sólo besaría al Caudillo si lo tuviera delante, le dije contestando al informador con el mismo vacilón con el que yo creía que me pagaba.

-Tío no seas ingenuo -sí, ya sé que parecen dos adultos charlando, pero es lo que tiene la memoria, que modifica algunos recuerdos… además de que éramos bastante maduros para tener sólo nueve años para diez- no van a dejar entrar al club a todo el mundo. Ese tipo, es como si dijéramos, el guardián del club. El dragón que custodia a las princesas de los cuentos. Además, no viste nada porque es en el sótano. Vete a media tarde y directo al sótano. Si te dice algo dile que te manda Manuel Antonio.

Al cabo de unos días me armé de valor y dirigí mis pasos al sótano de la vieja librería "El caballero de la triste figura". Entré, seguro de mi mismo y se interpuso en mi camino el enano dragón de camisa azul cielo sin mediar palabra. Silencio, duelo de miradas y suelto con titubeos: me manda Manuel Antonio.

-Coño con el niño maricón, otra vez mandando a gilipoyas. Pareces educado, ¿tú padre no habrá votado NO A LA OTAN verdad?
Agaché la cabeza y lo esquivé llegando hasta la puerta que comunicaba con el sótano. Me aventuré escalones abajo soñando con un mundo nuevo y mágico cargado de besos.

La estancia que me encontré fue una extraña composición. Por un lado estaban cuatro chicas de mi clase, las de mayor standing, Manuel Antonio y mi enemigo el señor S (omitiré su nombre por si se le ocurre tomar acciones legales) con el que mantenía una dura pugna en futbol. Y en el medio de ellos una señora de la alta sociedad muy, muy, muy venida a menos. Pensándolo mejor quizá fuera de la alta sociedad en otra vida.

Se trataba de la señora de Don Celestino, que era algo así como la gobernadora de todo lo que ocurría en el sótano. Doña Agustina -alias Doña Croqueta- era una romántica empedernida. También consumidora asidua de fármacos varios y novelas rosa a partes iguales. Había creado "el club del beso" para, según sus palabras: "…los chiquillos tengan un lugar en el que soltar tensiones a base de lengüetazos. Un rincón de desinhibición en el que darse el lote, morrearse o mojar lengua, como se quiera llamar…". Decía a menudo como si de un slogan publicitario se tratara.

Allí las normas eran directas y sencillas. Mientras Doña Croqueta leía algunos pasajes de su lista interminable de libros de ñoñerías, se acercaban unos a otros para darse un rápido piquito austero.

Auspiciaba la ceremonia desde una silla de mimbre, junto a unos libros apilados que hacían las veces de mesita para su ginebra con clipper de limón. Entre los libros, nunca olvidaré una serie de títulos que cambiaron mi vida a partir de ahí: El amor no es un juego, Una mujer inaccesible  o numerosas obras de Corín Tellado. Pero por encima de todos destacaba la obra que guiaba a la señora de la fritura: Regreso al hogar, de su idolatrada Danielle Steel. Esta obra la escuché durante todo el curso de cuarto de EGB de su viva voz. Como si estuviera en misa, seleccionaba pasajes o capítulos según fuera el caso.

A su alrededor, y bajo el manto de una penumbra que motivaba al descaro, dí mi primer beso. Ese día de iniciación nunca lo olvidaré. Me sentía como mi héroe de aquel entonces -Super López-, con energía suficiente como para cambiar el mundo (un mundo de nueve años, repito). Me senté junto a mi musa y amada en silencio. Al otro lado "S", incordiando como siempre. Siendo mi prueba de fuego no podía fallar. Me acerque con los ojos cerrados y le solté un beso a la piba que me supo a gloria. Al día siguiente Manuel Antonio (quién si no) me contó que ella se había movido y le había depositado un casto beso en la ceja izquierda. Pero aún así fue maravilloso.

La sesión duro unos escasos cincuenta minutos. Lecturas de la gurú Steel sin ningún orden, unas cuantas estupideces sobre como conquistar a un hombre de verdad y nos echaron de allí con un simple: ya está bien, lárguense a molestar a sus casas.

Ese mismo año el "Club del beso" se convirtió en el centro de mi vida. Llevaba un recuento de besos en la contraportada de mi libreta de religión. Si supiera el Padre Enrique de que se trataban los cálculos no creo que me hubiera seguido tratando como a un crío, pensaba yo cuando me echaba de clase por cuestionar si Dios está en todas partes…

Los cálculos aún los conservo:
- 37 sesiones.
- 1 beso en la ceja.
- 103 besos.
- 3 intentos de beso de Manuel Antonio.
- 1 tocada de culo de Manuel Antonio.

Pronto, el club del beso comenzó a ganar fama entre los alumnos de mi edad. Pero los miembros iniciales seleccionaban con mimo a los miembros. Debían ser guapos y populares, o por el contrario debería existir alguna atracción por parte de alguno de nosotros. Esta norma se la sacó de la manga la Sra. Croqueta. Así fue como entendí que Manuel Antonio me invitó a participar.

En los buenos tiempos llegamos a ser ocho personas. Sin contar a la oficiosa anfitriona. Besos cada vez más perfectos. Risas y vaciles continuos a Doña Croqueta. Incluso en navidad nos permitimos probar un sorbo del repugnante brebaje que activaba la lengua de la gran dama. Éramos los miembros del club de niños de nueve años más elegante de la ciudad. Nos sentíamos unos afortunados hasta que llego el día temido.

Manuel Antonio debió cambiar de colegio al final de ese curso y fue el fatal preludio de lo que inevitablemente sucedería durante el verano. Aquel gnomo con escasa vocación de librero cerraba las puertas del paraíso a un grupo selecto de afortunados. Su jubilación precipitó el final del ciclo más húmedo de nuestras vidas. Ya nada volvería a ser igual.


Por mi parte, prometí estúpidamente no leer jamás a Cervantes… que culpa tendría él me pregunto yo ahora. Aún hoy paso por la manzana dónde antes hubo una librería de mierda que en su interior ocultó el más bonito club y me parece oír a la gran Croqueta en una lejana letanía temporal… "déjalos entrar Celestino, los chiquillos necesitan tener un lugar en el que soltar tensiones a base de lengüetazos"…

Trinidad. Cuba. 2012
La Isla sin Camarón
Pd: como no tengo a mano ninguna foto de mi infancia. Les adjunto una mía a caballo simbolizando como nos vamos alejando sin darnos cuenta de la infancia y los sueños de niñez, y bla bla bla.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Desobediencia civil.

Desde hace algunas décadas el sistema instaurado en los países capitalistas ha propiciado el enriquecimiento de una parte de la población ante la pasiva actitud del resto. El desarrollo del estado de bienestar ha conseguido que las poblaciones de estos territorios pudieran acceder a derechos básicos que, previo al desarrollo industrial, se concebían como una utopía.

Este anhelado estado de bienestar, obtuvo avances sociales, insospechados hasta ese momento, en asuntos relacionados con la sanidad, la educación, el empleo o la vivienda entre otros. Pero a su vez, con el paso de los años y afianzamiento de este sistema, ha sido caldo de cultivo para aquellos que han visto la oportunidad de, por medios poco lícitos, no conformarse a comer de menú como el resto de comensales. Esta nutrida estirpe social (diminuta si la comparamos porcentualmente con el resto de los humanos) se emborracha vilmente con los dineros ajenos. Están encabezados por la clase política. Pero seguidos muy de cerca, y en ocasiones incluso más feroces, por numerosos colectivos: los financieros (banca, seguros, auditores, gestores), el clero, el poder judicial (jueces, abogados, notarios, y otros muchos del entorno), o empresarios, por citar los más hirientes por su falso status social. Los de falso status lo digo porque frente a sus cargos se les supone éxito y triunfo a la par, aunque no venga acompañado de la ética que deben llevar implícita.

A su vez, el resto de ciudadanos, vamos perdiendo poder adquisitivo, derechos sociales, empleo y hasta la dignidad en algunos casos. Despojados de viviendas, y en clara desventaja se palpa el drama social en cada familia.

En la otra orilla, la banca no cesa de exprimir a pesar de los demostrados hurtos continuos que han hecho. Los ejecutivos expulsados se van con millonarias indemnizaciones bajo el brazo. Roban a la ciudadanía, al Estado y demuestran seguir unos valores económicos insaciables.

Los gestores y grandes auditorías barren para el más poderoso, unos de los mayores culpables de la crisis mundial que estamos viviendo. Al igual que los seguros. ¿Cómo se justifican las catalogaciones dadas a innumerables corporaciones de demostrada insolvencia y dudosa reputación?

El clero, lejos de sufrir los envites del hambre y la escasez, multiplica sus riquezas, incalculables en todo el mundo. Cada vez más parecido a una empresa multinacional en su funcionamiento voraz abriendo más franquicias que el propio McDonald. ¿Dónde quedó la caridad cristiana?

El poder judicial, el más evidente. Nada de esto hubiera pasado si se hubiera aplicado las leyes, si se efectuara justicia. Cada uno de sus estamentos está salpicado hasta el tuétano de razones para desconfiar. Son parte fundamental en todo movimiento ilícito y sobre todo, en las continuas tomaduras de pelo al pueblo (véase las recientes amnistías). Leyes que se modifican en beneficio de los más poderosos o hacer la vista gorda han sido una constante en estas boyantes décadas que precedieron la crisis.

Y por último, el tejido empresarial, auténticos triunfadores y sinónimo absoluto del éxito social sin reparar en las formas. Licitaciones ilegales y evasión de impuestos son grandes logros del mejor empresario. Ahora, el Estado se tira de los pelos para traer las fortunas que depositadas en paraísos fiscales mientras antes se facilitaban los mecanismos para su expatriación. Destrucción del medio ambiente, estafas a gran escala, prevaricación, sobornos… mejor parar pues los delitos que aun se cometen pueden ser interminables. Moralidad cero.

A todo esto, parece que la población se ha quedado petrificada, incrédula ante la situación que nos ha tocado vivir. Mancillados, no reaccionamos. No somos culpables directos de la crisis pero si los que más la sufrimos.

Miramos hacia otro lado cuando nos cambiaron la legislación laboral, incentivando la precariedad laboral, abaratado los despidos e indemnizaciones, disminuyendo las prestaciones por desempleo, suprimiendo la ayuda de subsidio.

Hemos mirado para otro lado al recortarnos continua e impunemente derechos en materia de sanidad; creando el copago o disminuyendo los presupuestos sanitarios generando infinitas listas de esperas entre otros perjuicios vitales.

Hemos mirado para otro lado cada vez que sacan una nueva ley educativa. Leyes que en los últimos años han ido fomentando cada vez más, la segregación de clases sociales y colectivos, la privatización de la misma, y la inaccesibilidad de la clase media-baja a los estudios superiores y de postgrado.

Hemos mirado hacia otro lado cuando los bancos recibían insultantes cantidades de dinero para cuadrar sus cuentas mientras has continuado despojando a los ciudadanos del derecho a una vivienda. Mirándonos por encima del hombro y con los bolsillos llenos se jactan de crear normas a su antojo y controlar la justicia.

Hemos mirado a otro lado, cuando el político de turno se pasea con su vehículo de alta gama ante nosotros, que no tenemos empleo, seguimos perdiendo derechos y tal vez mañana no tengamos oportunidades. Llevamos años inútiles soñando que nuestro voto vaya a cambiar nuestra suerte. INGENUOS.

Por eso hoy y no mañana, pues puede ser demasiado tarde, debemos revelarnos. Hacerlo al fin de una manera que el Estado pueda entenderlo. Ya no basta con manifestarse, pues cada día hay más medidas para callarnos. No basta con rellenar folios como este que se queden en intenciones y sólo consiguen que apretemos los dientes mientras dure el enfado. Es el momento de levantarse y desobedecer. Desobedecer cuando nos sigan pisando. Desobedecer si nos mandan tragar y tragar mientras los que crearon todo esto siguen bailando.

Una manera podría comenzar con algo cercano. Sin grandes pretensiones pero que sepan que ya estamos hartos. Tal vez negándonos a pagar tasas abusivas como ha ocurrido en otros países europeos. Obligándoles replantear si pueden seguir exprimiendo al más débil. Negándonos a obedecer lo irracional. Comenzar a defender los derechos que nos van suprimiendo.

Estamos en el momento idóneo para luchar. Púes quizá mañana no tengamos por lo que hacerlo. Ocupar pacíficamente casas deshabitadas y cerradas por los bancos y sobre todo apoyar y defender al que lo haga. Organizarnos para no llevar a cabo normas abusivas. Presionar de manera subversiva a las administraciones, a los bancos, al Estado… no acatando injustas represalias, no abonando impuestos abusivos, no costeando las consecuencias de esta situación.

Como dijo Henry David Thoreau en su ensayo a la desobediencia civil: Bajo un gobierno que encarcela injustamente a cualquiera, el hogar de un hombre honrado es la cárcel.

 Obliguemos al Estado a rectificar. Volvamos a ser un pueblo generoso demostrando que el poder es nuestro. 


miércoles, 30 de octubre de 2013

Shanghái

Llego con la fuerza de millones de palmas que señalan el epicentro de la economía del país, la capital financiera. La ciudad es un cúmulo de contradicciones, plagada de cromos antagónicos y fotografías que trato de quedarme para, un día cualquiera, regalar a quien quiera escucharlas. Pero ante todo, me lleno de momentos con los que sentirme más unido al mundo o a la realidad. Es imposible tratar de entenderlo todo pero no cejo en el empeño.
Barrio financiero y río Yangtze desde el Bund.
Octubre 2013. La Isla sin Camarón.
La metrópolis sazona las tradiciones con tecnología de vanguardia. Como un alquimista, trata de salpimentar la poción urbana de culturas europeas, americanas, modernidad o historia ancestral. De sabor oriental comprometiendo el futuro del medio ambiente. De edificios que tocan el cielo y desaparecen entre las nubes de polvo. De ríos púrpuras de neón reflejado, plagados de vida en largos hervideros serpenteantes de naves que transportan pescadores, comerciantes y turistas en constantes oleadas.

En los barrios, los rebaños se acumulan atolondrados e inertes esperando que la luz verde empuje sus cuerpos a la vida. Taxis, gritos, regateos, empujones, metros, consumo, horarios.

Sus habitantes se jactan de ir dejando atrás al país avergonzado y retrógrado. Sonríen con orgullo al ver sus mentes abiertas, su optimismo empapado de influencias occidentales del foráneo, aprender idiomas antes impensables, a codiciar el consumismo occidental, absorber turismo y sacar tajada, a querer sentirse uno más en la fiesta...

Curiosa imagen al ver como en una ciudad de 20 millones de habitantes, aún hoy, en las diminutas y pobladas viviendas de los barrios más pobres se tiende la ropa en las aceras, entre farolas o arbustos. Sin miedo al robo pues se tiene la certeza de que esto trae mala suerte.

En la calle comercial más importante de una de las urbes con mayor población del planeta, llamada  Nanjing, puedes tener la suerte de encontrar chinos que escapen del mandarín y te hablen en un inglés básico. Incluso algún buscavidas te lanzará algunas frases o palabras aisladas en tu idioma, si se trata de un comerciante audaz. A su vez, también con algo de fortuna, encontrarás personas paseando tranquilamente en pijama entre el gentío y bullicio continuo. Ante mi asombro me entero que hace siglos, era un signo de poder y fortuna usar pijamas pues no eran accesibles a todos los bolsillos. La naturaleza del ser humano es inescrutable, pues las prendas con los que se pavonean estos ciudadanos se acercan más al algodón o franela que a la codiciada seda oriental.

Los parques son curiosos remansos de paz, en medio de calles en las que en ocasiones es imposible andar. En ellos la población disfruta de cualquier actividad en armonía y en grupos numerosos. Tai chi chuan, bailes modernos, terapias de relajación, cantos, artes marciales, comidas esporádicas o cualquier actividad que se pueda practicar al aire libre se muestran sin pudor ante la normalidad aparente del peatón.
Influencias europeas.
Octubre 2013. LISC. Shanghài.
Jardín Yu. Octubre 2013.
LISC. Shanghài.
Barrios gestados por ricos comerciantes extranjeros imponen cromáticas creaciones arquitectónicas que viajan a países lejanos y otros tiempos más florecientes. Según el prisma, París o Viena, Londres o una pujante ciudad del norte de EEUU. Incluso animándote a bailar al vaivén que marca el río Yangtze puedes ver un infinito escaparate de rascacielos que nada tiene que envidiar al famoso Sky Line de la gran manzana.

En las vías secundarias del centro conviven, al amparo gubernamental, los comercios de imitaciones de grandes marcas mundiales. Atrayendo al turista a un suvenir que nada tiene que ver con el país o sus riquezas culturales/históricas.

Las sombras de la noche, dejan entrever miedos y desengaños de una población saturada. Paralelismos entre creencias como el budismo o las tradiciones culinarias, asemejan a ciudades hindúes atestadas de polución, gentes y desigualdades.

La belleza de la ciudad asombra al doblar cada esquina, colosal, llena de vida y multicolor. Cuidando los detalles virtuosos orientales y respetando las formas. Pero tras sus telones también hay una sociedad que libera un animal que se aleja con odio del pasado y del resto de la nación. Que devora sueños de millones y también crea fortunas. Una ciudad que sueña en colores de neón, susurra al oído de los dioses y se levanta con aspiraciones de hegemonía comercial mundial.

Rascacielos que desaparecen en el infinito.
Octubre 2013. LISC. Shanghài.
Calle Nanjing, masificada. (23:00 p.m.)
Octubre 2013. LISC. Shanghài.
Comercios orientales en cualquier calle de la ciudad.
Octubre 2013. LISC. Shanghài.

miércoles, 9 de octubre de 2013

La plaza de Tian´anmen y el gran hermano

Aún consternado por la humillación a la que es sometida la salud del planeta en Pekín, aterrizo en la Plaza de Tian´anmen. El guía Yang, en un forzado español nos explica, entre continuos tropiezos con el léxico, que se trata de la plaza más grande del mundo. En extensión, claro. Y más importante del país.

Mi mente se dispersa olvidando escuchar sus palabras y rescato hechos que leí hace unos meses, cuando preparaba este viaje, sobre cierta masacre a estudiantes que se encontraban en este mismo lugar manifestándose de manera pacífica en contra del gobierno. Esto sucedía, si no recuerdo mal, a finales de los años ochenta. Me planteo en silencio si es buen momento para cuestionar ciertas cosas al interlocutor que nos acompaña, pues a pesar de que el país ha evolucionado en el aspecto político y social desde entonces, es evidente que aún no gozan de una libertad real y absoluta. Desde mi llegada he visto numerosas pruebas del control que se ejerce sobre la población para que no tengan libertad de información y opinión, entre otras cosas.

Como si mis divagaciones hubieran llegado a oídos de Yang –o José, como prefería que lo llamáramos ¿….?- mediante telepatía, nos explica que esa plaza, así como la contigua Ciudad Prohibida, no son lugares aconsejables para dialogar sobre política. Matiza asegurando que suelen haber espías vestidos de paisano ávidos de cualquier información o sujeto sospechoso.

Desechamos toda referencia al gobierno y llegamos hasta el frontal de la Ciudad Prohibida, que nos recibe con una gigantesca imagen del antiguo líder de la República Popular China, Mao Tse Tung.

Plaza de Tian´anmen y entrada a la Ciudad Prohibida.
Veintiséis de septiembre del 2013.
La Isla sin Camarón.

Postrados ante él, cual súbditos insignificantes ante el imponente semblante del poderoso personaje, Yang rompe el silencio:

- Se dice que es un retrato con similitudes al de la Mona Lisa, con una sugerente mueca de sonrisa en su gesto.

- Sí, incluso parece estar vigilando toda la Plaza desde su posición, aunque te muevas te sigue con la mirada. Respondí sin apartar la vista.

- Podría tratarse del gran hermano. Dijo Yang sin darle importancia.

Retomamos camino bajo el peso de su constante vigilancia y pasamos bajo el retrato mientras recuerdo pensar “¿estaremos ahora hablando de un simple cuadro o de política?”.

Retrato de Mao Lisa o la Mona Tse Tung.
LISC.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Microrrelatos CASA ÁFRICA

Estos dos microrrelatos fueron enviados al concurso de la Casa África "purorrelato". No se consiguió rascar nada pero la experiencia ha sido muy buena, a buen seguro repetiremos. 
Espero que les guste y que hayan tenido un bonito verano.

Del latín expuesto al sol, África.

Cabo Hafun, el calor baja las pulsaciones del abuelo de Makeba, pastor de línea ancestral y costumbres tradicionales. Cubierto en húmedas telas, sueña con que regresen los tiempos de fertilidad que no recuerda. De piel surcada a fuego Somalí, se coloca su koofiyad mientras pasea mentalmente a su rebaño de ovejas y cabras como cada amanecer. Se pregunta qué fue de su rebaño.

Ella, belleza en ébano, limpia el sudor y consuela su alma con ternura. Hace mucho que entendió que en África la humanidad es un valor. Teme la pérdida de su abuelo, de toda su sabiduría, de las historias de superación, guerras y familia. Teme perder África por el camino y no contar con él para regresar a la tierra árida que la engendró.

Abatida aprieta su mano mientras lo deja apagarse, sonando una fantasía moribunda entre sus gemidos: “Makeba… despiértame con la lluvia”.


Pienso en ti.

Agotada, muestras en silencio tus desiertos como respuesta. Perdido el respeto, maciza surcada por ríos y expolios, te elevas una vez más, sabia y orgullosa. Ya no eres la misma que ayer, pero siempre tú.

Majestuosa figura de pelo recogido, erguida cual padaung hablas en voz de homínidos, mostrando orgullosa coloridas alas multirraciales, que sonrojan en continuas disputas internas. Encierras en tu aliento contradicciones eternas del ser humano.

Te justificas en tierra árida, extensas mesetas y amplios ríos. En tus sonoros latidos de djembé o dundun, de paladar extenso gastronómico, ritos divinos que llenan tu alma o en amor perpetuo del que se conoce genuino.


Te alimentas a diario de esperanzas infinitas y la convicción del origen, el vientre de la vida. Sabes que mañana volverás a crear, a susurrar esperanza al mundo. Quizás pudieras no conseguirlo, pero yo pienso en ti. Tal vez incluso, combatas tu destino, pero tu final es el nuestro. 


Playa de las Teresitas.Tenerife. Mayo 2013.
Foto enviada por un amigo hace algunos meses. Gracias.

La isla sin Camarón.

sábado, 22 de junio de 2013

La quimera del pan y otros relatos

Muy buenas queridos amigos cibernéticos:

Para el que no se ha enterado, el pasado 11 de junio tuvimos el gran placer de publicar el primer trabajo en papel. Se titula "La quimera del pan y otros relatos". Se trata de un pequeño libro de relatos de temática similar a los que estos últimos años han ido desfilando por La isla sin Camarón

Comienza con una historia original escrita para la ocasión y que presta su nombre al libro, que trata sobre las vicisitudes que le ocurren a un hombre para lograr llenar el buche y lo complicado de su situación. A esta historia le acompañan dos más, tituladas "Vivir escribiendo" y "Pedro a las puertas del cielo". 

Además, los relatos cuentan con dibujos originales del pintor canario Himar Suárez, que ilustran las historias de manera magistral. La portada está realizada por Fernando Redondo, quien le ha dado un aire personal a la misma, siguiendo los patrones marcados por Alexander Rodchenko de sus carteles soviéticos. Por último, el prólogo ha sido escrito por Daniel Redondo, quien gentilmente a juntado algunas letras para el momento de su publicación. Agradecer públicamente a ellos y a algunas personas más, por su desinteresada colaboración para que este libro se convirtiera en una bonita realidad. Esperando que sea el primer escalón de otros muchos proyectos.

Con todo el entusiasmo posible y mucho cariño, espero que les guste. Y, si tienen ganas, agradezco de todo corazón cualquier comentario, sugerencia, opinión, apostilla, crítica, nota, interpretación, alusión, observación... o lo que les venga en gana. Será recibida con los brazos abiertos. Es mi primera incursión y estoy trabajando en algo diferente, así que cualquier comentario, sugerencia, opinión, apostilla, crítica, nota, interpretación, alusión, observación... me vendrá de lujo para este cercano futuro.

Gracias por estar ahí y haber estado aguantando el peso de mis letras durante los últimos 3 años.

Abrazos y salud para todos.

Quique R.
La isla sin Camarón



Lo pueden adquirir por 8 euros en Canaima.
Calle Senador Castillo Olivares, 7. Las Palmas de GC.


La quimera del pan y otros relatos.

miércoles, 1 de mayo de 2013

A veces cuando escribo


A veces me excito sintiendo mi promiscuidad en las letras, mientras voy devorando renglones sin masticar. Los engullo buscando una relajada digestión en la que degusto mi ilusión.

Otras, en cambio, me cuestiono cada vez que giro sobre mis pasos, me pierdo pisando charcos y maldiciendo cada tilde que mi pluma ha escupido.

Hay momentos sensacionales, en los que me balanceo de izquierda a derecha, dejando que las ideas desciendan plácidamente por mi brazo hasta el papel, posándose taciturnas, y dibujando en su reflejo una leve sonrisa a mi rostro. Son ocasiones en las que después de un coma insondable, con un leve chascar de dedos, comienza a escucharse una melodía armoniosa donde antes sólo hubo silencio y recelo.

Pero lo más habitual, es que el ensayo acabe en frustrante error iracundo de difícil asimilación, obstruyendo mi orgullo y dejándolo en un profundo vacío literario. Las palabras me esquivan, torean mi obstinación y sacuden mi vanidad.

Y es que por momentos caigo, y me quedo en el suelo, por momentos me levanto, e incluso llego a levitar. A veces escribo con los ojos cerrados, y otras el hastío seca la tinta que alguna vez llegó a tener un triste sabor salado.

A veces me olvido de las letras, observando como el folio encoge. Y otras, simplemente dejo que sea el lápiz el que alumbre mi vereda. Escribo por necesidad y algunas veces lo hago por placer.

Vista del Roque Nublo desde el Roque Bentayga.
Mayo 2012. La Isla sin Camarón.

miércoles, 24 de abril de 2013

Vivir escribiendo


El escritor sintió un fuerte dolor en el brazo derecho, seguido de una aguda punzada en el corazón. Cayó al suelo mientras entre gemidos se retorcía de angustia. Hacía bastante tiempo que los médicos trataban de prevenir un trágico final advirtiéndole en numerosas ocasiones. Pero siempre fue de buen comer y tenía muy claro como pensaba disfrutar de su vida.

Al abrir lo ojos, un suntuoso salón hacía las delicias de los invitados. Sintió como si algo le estuviera empujando hasta traspasar el amplio marco de entrada.

Una vez dentro, se produjo un silencio sepulcral. El numeroso público que lo rodeaba se quedó instantáneamente expectante clavando sus miradas sobre él. Se sintió paralizado unos momentos cuestionando que fiesta era esta. Y le invadió un extraño sentimiento de familiaridad con toda aquella gente, como si de alguna manera conociera bien a cada uno de ellos. Se contaban por centenas.

Al momento, un caballero de avanzada edad se le acercó a su derecha y, con una voz que invitaba a seguirlo hasta el fin del mundo, lo saludó cortésmente. Parecía conocerlo bien.

Muy buenas, contestó completamente desorientado. ¿Dónde estoy?, ¿Quiénes son todos ustedes?, ¿Cómo he llegado hasta aquí?... Tratando de entender, lanzaba preguntas atropelladas sin dar tiempo a réplica por parte del caballero que le miraba, a su derecha, con paciencia.

Cálmese, está en el lugar mejor que pueda imaginar. Toda esta gente ha venido hasta aquí por usted, al igual que yo.

¿Cómo dice…?, no entiendo. Respondió el escritor tratando de unir piezas.

Así es, todos están aquí para homenajearlo; a fin de cuentas ha sido usted quien los ha creado. Y seguramente, si cierra los ojos sabrá incluso quien soy yo.

El escritor, tomándose unos minutos para asimilar la situación, comenzó a fijar su mirada en la gente que, aún en silencio, le rodeaba. Advirtió como en primera fila se encontraba la señora Marquesa que había protagonizado un pequeño relato de su juventud, lo supo por su aspecto y por estar junto a un elegante mastín que la protegía.

Así fue, poco a poco, reconociendo a todos los presentes, empezando por los niños mágicos de sus cuentos en la isla de San Borondón, tal y como los había imaginado. Se topó con personajes que ya casi había olvidado a lo largo de una vida de escritura; y así fue como uno por uno se fue reencontrando con ellos: el señor Valentín (el quesero, si no recordaba mal), la tierna niña de los rizos de oro y ojos color verde helecho, al viejo encofrador que helaba con su profunda mirada, al bueno de Pedro Curbelo, el denigrado boxeador cubano, el saxofonista, al príncipe y la corista, y hasta los hermanos Martín, amigos de lo ajeno.
Cuando hubo reconocido a muchos de ellos se detuvo, queriendo saber quien era la persona con la que hablaba. Esta le dijo que cerrara los ojos y se imaginara alguna de sus novelas. No precisó mayor ayuda. Se trataba del narrador que tantas veces había estado en su cabeza, colaborando, letra a letra, a componer las más variopintas historias. Su más fiel aliado, con el que mantuvo no pocas  discusiones a lo largo de su carrera literaria.

El narrador, sabiendo que ya le había reconocido, y conociendo la confianza que en él depositaba, le susurro:

<<Tienes la oportunidad de volver, y seguir creando un maravilloso universo de personajes e historias de las que algún día disfrutarás. Pero no hoy>>

El escritor, de un sobresalto abrió los ojos despertando en una camilla de hospital. Únicamente deseaba tener a mano un papel y regresar a vivir escribiendo.





Jardín botánico Viera y Clavijo.
Febrero 2012. La Isla sin Camarón

lunes, 11 de marzo de 2013

Las bestias que dominan el país


Estas últimas semanas hemos asistido a otra demostración de lo dantesca que puede llegar a ser la actividad política en nuestro herido país. El caso Bárcenas, uno más dentro de una continua escalada de corrupción que no parece tener fin, demuestra hasta dónde pueden llegar estos señores sin tener el más mínimo pudor.

El susodicho ha protagonizado sin rubor un hilarante monólogo del club de la comedia en el que no han faltado chascarrillos con los que salpimentar, las ya no tan secretas y absurdas cuentas de los partidos políticos, de frases y hechos que podrían ser el guión de una película del gran Berlanga.

El espectáculo está en lo más alto y los actores se sienten bien en su papel: que si los continuados viajes a Suiza eran a esquiar (jaja), que si los donativos a las arcas de la calle Génova son de manera altruista (jaja), o que Dolores Cospedal declarase que el extesorero no poseía un despacho en el partido popular, sino un “sitio” en el que movía su ábaco de cuentas de dinero negro, perdón de contabilidad B (¡¡bravo!!, grita el público español).

¡¡¡Estoy harto de que se insinúe que mi fortuna ha salido de los fondos del partido, ha ido creciendo por medio, entre otras causas, de transacciones con obras de arte!!!, grita dolido el Sr. Bárcenas ante el clamor de la función de hoy.

Rajoy, necesitado de su cuota de protagonismo cómico, sentencia: las cuentas de Bárcenas son todo mentira… salvo alguna cosilla… (jaja). ¡Otra, otra, otra!… se escucha desde el gallinero.

Todas estas bestias hambrientas de lo ajeno, se nutren al poseer no solo nuestro capital, sino también nuestra opinión. Acostumbrados durante años a enriquecerse vilmente con la complicidad del ciudadano que aplaude al que demuestra ser más “pícaro”, hemos creado a un ser superior. Otorgándose una potestad, que han tomado como absoluta; creyéndose habilitados a torear las leyes, la moralidad, los ciudadanos, la educación y bailar con la corrupción o prevaricación como el pan de cada día.

Los políticos podridos se multiplican (en todos los partidos cuecen habas), los puestos de poder hermanados con el capital conviven con toda clase de tiburones, que no quieren tirar de la manta a su homónimo, no sea que se les destapen los pies. Entidades financieras con intereses en ejecutar hipotecas o desahuciar, empresariado acostumbrados a defraudar y nadar en paraísos fiscales con consentimiento estatal, procesos judiciales que se alargan hasta caer en el olvido colectivo (costas y lentitud judicial que pagamos todos), fraudes, escándalos, corrupción, corrupción y más corrupción.

Estas bestias, que vimos crecer venturosamente y de la que todos somos culpables, en mayor o menor medida, se contonean sonriendo en trajes caros mientras las generaciones más jóvenes pasamos serios problemas para labrarnos un futuro.

Unas generaciones, de futuro incierto, poco implicadas con la lucha social por las comodidades que nos han hecho creer que poseeríamos indefinidamente. Jóvenes necesitados de estímulos para plantarle cara a este sistema de mentira, que premia a mediocres sin conciencia. Precisan valores sinceros que les motiven. Semillas que empezaron a plantarse en significativos movimientos sociales en los últimos tiempos. Unas generaciones que precisan que germine su disputa lo antes posible plantándose en contrapunto real a las actuales bestias.

Unas generaciones que aprieten por primera vez los puños y hagan agachar la cabeza a los dueños de nuestra sociedad. Sonrojen a los amorales, y hundan a las bestias que controlan nuestro país.

Sospecho que ese día se acerca y como un joven más que mira el horizonte cargado de temor, me rebelaré aventurando una realidad, como mínimo más justa y honrada. Una realidad en la que los que están arriba, gobiernen por el bien de todos.

Viñeta extraida de la web rokambol.com. Marzo 2013.


Escrito por Enrique Redondo. Marzo 2013.

domingo, 3 de marzo de 2013

El bailaor


Ante el tendido, el veterano bailaor mira con frialdad las pobladas gradas. Sus pasos firmes, cargados de pasión hielan el ambiente. La magia comienza con sólo entrar en escena. Sombrero de ala ancha, pelo oscuro ceñido a media altura. Barbilla altiva y camisa con bordados blanca a pecho descubierto. A un lado, el maestro acaricia con pericia las seis cuerdas de una guitarra española. Lo acompaña un cajón y varios palmeros.

Se disuelve el aire distendido. El flamenco arranca. El bailaor abre su alma y en el silencio tensa sus músculos, dibuja épicas figuras cargadas de magnetismo. Su cuerpo galopa fundiéndose en la música.

Los jóvenes anhelan conseguir su estatus, lograr que con un gesto se levante el plantío enarbolando pañuelos blancos que rindan pleitesía a su arte. Furtivos susurros al oído que evidencian el duende del artista. Gritos eufóricos a piel descubierta. Cual corcel brioso en gráciles saltos sacude los sentidos.

Las mujeres suspiran ante su encanto. Hipnotizadas por el embrujo de los contundentes movimientos acentuados por la intensidad de los músicos. Sueñan en secreto con sentir la pasión en sus carnes. Bombean de sus corazones pasión gitana ante la magia desparramada en el tablao.

Al finalizar cada función. El bailaor se sumerge en su isla de soledad, en perenne melancolía. El camerino es la cueva en la que se oculta hasta la próxima sesión. Otro pase regresará y tendrá una nueva oportunidad de dejar el alma en las tablas, a morir en su arte.

Quién lo conoce sabe que en cada actuación va muriendo poquito a poco. Puede que sea cierto que el tiempo lo cure todo. En su corazón, más que una enfermedad, existe un vacío. Y es que en su caso, como en las más bellas historias de amor, su gitana marchó prematuramente. Un vacío del que sólo se olvida bailando. Y lo justifica con arte flamenco tras cada actuación que sentencia: “me queda una menos para volver a reunirme con ella”.

Se mira en el espejo. Traga saliva y con pasión vuelve al escenario a hacer lo que mejor sabe. 

Atardecer en la playa de Las Canteras. Febrero 2013.
La isla sin Camarón.

domingo, 24 de febrero de 2013

La noche en la que casi conocí a un héroe


En las inmediaciones de la “Casa de la música”, en la ciudad colonial de la Habana, se agolpan a diario asistentes ansiosos de pasar la noche en un mítico local cubano. En la cola de espera, se entremezclan bailarines locales, turistas, jineteras o cualquiera que con un poco de ingenio acostumbre a sacarle unos pesos al cándido extranjero de turno.

Los porteros, cómplices del paralelo negocio callejero, ralentizan el paso de los asistentes al local, sobretodo si estos son extranjeros. Así mismo, ofrecen entradas preferentes sin necesidad de esperar… a cambio, claro está, de una comisión económica en mano. Cualquier rasgo inequívoco de titubeo, es aprovechado con pericia por un auténtico habanero.

Entre esta corte de personajes ambiguos, llamó mi atención un joven mulato. Éste, se acercó hasta mi posición, seguro de su imponente porte y labia caribeña. Y en una forzada pero amable conversación, me abordó. Se trataba, según alegaba, de una joven promesa deportiva que ese mismo verano del 2012, quedó excluido de la selección nacional debido a una inoportuna lesión, causada en una disputa callejera.

En su tabique destrozado no escondía las evidencias, más que notorias, que apoyaban su versión como profesional del boxeo. La acompañó, explicándome el lugar donde se produjo dicha lesión; una de las falanges de su mano derecha. Visiblemente deformada con respecto al resto.

Ahora, repudiado por la selección olímpica del deporte nacional por antonomasia, debido a su indisciplina, se ganaba la vida como podía. En ocasiones, manejando un taxi ilegal o, en otras (tal y como me temía desde el saludo inicial), utilizando su ingenio y encanto... A partir de entonces, como todo cubano, debería luchar por sus cuartos fuera del ring.

La conversación se alargó por momentos, en ocasiones también yo me sinceré, pues ya no le sentía un extraño. Hasta que, de improviso, el portero de la “Casa de la Música” debió percatarse de que; no le iba a comprar una entrada preferente; no estaba atento a las jóvenes que rondaban la zona; era evidente que había perdido esa candidez de extranjero novato; y decidió que ya no debía hacer más tiempo cola.

En pocos segundos, el boxeador degradado se apresuró. Dijo su nombre, trató de vender unos auténticos puros habano, y se despidió, apretando enérgicamente con sus manos la mía, débil y blanquita en comparación. Ahí se disipó cualquier duda que pudiera albergar aún entorno a su profesión.

Hoy en día, no recuerdo su nombre, y a duras penas podría dibujar su cara, pero me gusta pensar que en el verano de las “Olimpiadas de Londres” del 2012, en el que Roniel Iglesias consiguió el oro en boxeo para Cuba, yo conocí a quién pudo haber sido el héroe nacional del momento. El héroe nacional de un deporte que en Cuba, es casi religión.

Vedado, la Habana. Agosto 2012. La isla sin Camarón.



miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Se ríen de nosotros?


Reflexiones de un tío que duerme poco

A nadie se le escapa que vivimos una época muy difícil, una etapa en la que sin entender muy bien los motivos parece que a muchos se nos ha querido robar la capacidad de soñar. La economía, esa ciencia del todo inexacta y completamente politizada que nos han pretendido colar como el único factor para alcanzar la felicidad, realmente domina nuestra vida y, al parecer, nuestro futuro. No es de extrañar claro, nos saturan con los malos datos económicos: los precios por las nubes, las cada vez más alarmantes cifras de desempleo, los inmorales desahucios, los negocios que se ven obligados a cerrar, traducidos todos ellos en ilusiones que se destruyen y en puñaladas a la esperanza.

La situación empeora cuando observamos impotentes como las políticas actuales parecen encaminadas prioritariamente a mantener los privilegios de las oligarquías políticas, financieras y monopolistas, desangrando aún más a la sociedad civil, es decir a nosotros, y a la vez solo parecen agravar la crisis, esa que nos prometieron en 2010 que había desaparecido. Privatizan la sanidad y la educación, eliminan partidas esenciales en los presupuestos, y los destinan mayoritariamente a cubrir los intereses de la deuda pública española, mientras que un elemento se mantiene imperturbable: la corrupción. Nos piden comprensión y solidaridad para un supuesto esfuerzo equitativo y absolutamente obligatorio, sin embargo da la sensación de que a cambio lo único que persiguen es reírse de nosotros. Reclaman austeridad, pero una austeridad mal entendida, pues lógicamente sin crecimiento no hay producto, y para que haya crecimiento debe fomentarse la actividad. Recortar  en vez de racionalizar partidas dejando de lado políticas sociales y de crecimiento tan solo supondrán denigrar aún más a las economías domésticas, y por extensión mayores niveles de pobreza en nuestra sociedad. De seguir así, menguando nuestra ya débil economía, quizás caigamos en un pozo del que difícilmente podamos salir más adelante, no hace falta ser economista para saber esto.



Nunca he sido de los que busca culpables, pues siempre he creído que acusando sin buscar soluciones poco se consigue en esta vida. Ahora bien, al observar perplejo los últimos acontecimientos, tan solo sientes rabia e impotencia pues en un vaso que ya estaba de sobra sobrepasado, de repente surge un tsunami desolador, sin conocer además qué será lo siguiente. Aún sin confirmarse este penúltimo caso de corrupción, me invade una inseguridad demoledora e infinita, ya que en un país con casi seis millones de parados y la pobreza avanzando inexorable, contemplamos atónitos como aquellos que deberían ayudarnos a sobrevivir a esta crisis, incumplen lo pactado e ignoran su responsabilidad para con nosotros. Cierto es que el papel lo aguanta todo, pero espero encarecidamente que este no caiga en papel mojado. Necesitamos un soplo de aire fresco en nuestro panorama político para superar esta crisis en un principio económica, que como todos sabemos ha derivado y sacado a la luz una crisis que alcanza lo moral. La sociedad política nos aplasta vilmente, y olvidan que sin nosotros no hay Estado legítimo. Grave error. Hace falta un nuevo pacto, un nuevo contrato entre el individuo y el Estado, pues este modelo está quemado. No funciona. Si queremos escapar del agujero se ha de dar un paso más, mediante nuevas herramientas que nos sitúen otra vez en la senda del crecimiento y del progreso. Un modelo pragmático y eficiente ajeno a ideologías irrelevantes.

Cierto es que esto no ha hecho más que empezar y nadie sabe cómo acabará, pero es ahora cuando sus interminables escándalos les han puesto en jaque (Gobierno, oposición, monarquía, sindicatos, patronal…), abriendo una puerta al cambio. Una nueva constitución, un nuevo régimen electoral, un nuevo modelo territorial…, todo un volver a empezar mediante el debate, en el que retomemos las riendas de la situación y de nuestra vida, hasta ahora bajo el yugo de la maquinaria del Sistema. No caigamos en la rutina y la pereza, no sucumbamos al miedo del cambio, pensemos en quienes somos y en que queremos, y digámoslo bien alto sin olvidar que hay que escuchar lo que tengan que decirnos aunque no lo compartamos. De lo contrario mantendremos la obsoleta dinámica de siempre, que nos ha llevado a este colapso sin que nada podamos hacer para remediarlo. Quizás sea un inocente, pero aún guardo la esperanza en que todo esto marque de algún modo el final de una era y el comienzo de una nueva.

“Curiosamente los votantes no se sienten responsables de los fracasos de los gobiernos que han votado”. Alberto Moravia, escritor y periodista italiano.



Escrito por Iván Monzón. 6 febrero de dos mil trece.

Portada de esta semana de la revista
EL JUEVES - La isla sin Camarón


martes, 29 de enero de 2013

Pedro a las puertas del cielo


Pedro había sido un laborioso obrero en vida. Constante y sacrificado, nunca dejó de pagar ninguna de sus facturas.

Al llegar al cielo, se encontró ante sí una puerta. Que ironía, pensó, ¿será la conocida puerta de mi tocayo?

Tocó con calma y la conciencia limpia. Fiel a su terrenal existencia. Y al abrirse la puerta, asomó un tipo bajo, con una reluciente calva en el centro de la cabeza, gafas redondas y camisa de franela a cuadros.

-    Celestiales saludos y bienvenido al reino de los cielos.
-    ¿Es usted el conocido San Pedro?
-    Correcto, y… usted es…
-    Yo soy Pedro. Pedro Curbelo.
-    Ah sí, adelante. Espero que haya tenido una buena defunción.
-    Bueno, dentro de lo que cabe, no me puedo quejar. He muerto en mi cama, durmiendo y con una espléndida familia que me quiere.
-    Además, hizo usted el amor en su última noche.
-   Eso es cierto. Tiene razón. Esto superó mis expectativas con respecto a abandonar este mundo. Y ahora que estamos en confianza, ¿cree usted que he tenido una vida plena?
-  Es difícil baremar vidas desde aquí arriba. Además, hace tanto que yo la viví. Y fue tan efímera y entregada a la devoción que uno acaba por querer lo que no vivió. Que es mucho, y ahora, desde la distancia, lo sé. ¿De usted sabe lo que añoro Pedro?
-  Dígame, por favor, San Pedro.
-  Añoro su honestidad y el amor protector que ofrecía a los que le rodeaban. Tan simple.
-  ¿Ah sí?, pues no sabía que era así.
-  Es más, deje que le diga Pedro. En usted he visto esa humanidad sin esfuerzos que en ocasiones echo en falta en mi trabajo de “portero”. Me hubiera gustado imitarle en las ocasiones en las que solía ir a pescar con sus hijos. En una mueca cómplice con ellos guardaba el secreto de la felicidad que muchos no encuentran ni en cien vidas. Además, nunca tuvimos que enviarle tragedias o enfermedades para que valorara lo que tenía.
-  No sé. Nunca pensé que la felicidad fuera tan sencilla de encontrar.

Se hizo el silencio durante algunos minutos. En el cielo el tiempo pasa muy despacio. Hasta que Pedro, dirigiéndose a San Pedro le dice:
-  Y entonces… paso, o no soy apto para su "local".
-  Me parece que no me has entendido. Después de tantos años de fiel trabajo, del que por supuesto he disfrutado, has venido aquí para sustituirme. Eres la persona ideal. Y no te preocupes por nada, sabrás lo que tienes que hacer cuando llegue el momento, no puede haber un cargo más satisfactorio. Además, como suele decirse, no hay nada mejor que estar siempre con la cabeza en las nubes



Lo mejor de viajar en Ryanair, es lo que hay afuera...
Abril del 2012. La isla sin Camarón.

domingo, 27 de enero de 2013

Rebelión en la granja. George Orwel


Hace unos días, el pasado 21 de Enero, alguien comentó que se cumplía el aniversario del fallecimiento de George Orwel. Me recordó lo mucho que me gustó en su momento su novela Rebelión en la Granja. En ella, se observan las nobles intenciones que se poseen cuando uno está en la oposición, y como el poder corrompe, acabando por convertirnos a todos en seres impulsados por el egoísmo y la codicia. En un plano metafórico nos relata la historia de una granja en la que los animales se rebelan ante el poder establecido por el granjero.

Los animales escriben en una pared las reglas que deben seguir para llevar a buen puerto su revolución. Estas son:
1. Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
2. Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es amigo.
3. Ningún animal usará ropa.
4. Ningún animal dormirá en una cama
5. Ningún animal beberá alcohol.
6. Ningún animal matará a otro animal.
7. Todos los animales son iguales



A George Orwell, escritor y periodista, combatiente en la guerra civil española, se le recuerda a su vez por otra de sus más reconocidas obras. La futurista 1984 en la que criticaba el control opresor del gobierno sobre la población. Es curioso que hoy en día se utilice su famoso término del gran hermano para embobar a las masas ante el televisor. En fin, que cada vez nos vamos acercando más a la sociedad alienada que ya vaticinó en su momento.

Espero que la disfruten y que tengan buena semana.