martes, 20 de mayo de 2014

Historia de besos

Los besos no se reciben, ni se dan. Acaso se sienten, disfrutan. Nacen espontáneos y se enredan versados con vidas que suceden a otras. Emergen de la vida mirando a los ojos.

Un beso olvidado, se encuentra perdido en el tiempo. Un beso con remitente en la deriva. Se apaga lentamente si no lo buscas, capaz de encandilar a quien lo desea y se sumerge en fantasía de espera.

Un beso que huele a flor de almendro, y sabe a canela y limón. Beso seco, metalizado. Húmedo, solitario, eterno, disconforme, finalista e invisible. Según se posa, explota mudo sin anunciarse en sueños alegres, cariñosos, en sueños carnales, libidinosos.

Besos paternales, según remitente. Besos que se dan en la lejanía, con letargo, amagando al destino. Besos que se mezclan con suspiros o se atragantan como nudos marineros. Al aire, silenciosos.

Besos que huelen a sol, sal y picón. A sudor y carne. A mojo, tortilla de papas y se maridan con vino del norte. Rimbombantes, con escalas de puntuación, picantes o babosos. En la espalda, en la monástica frente, la corva o en el interior de los muslos. Se piden despectivamente al final de la espalda y se dan con cariño en la mejilla.

Los hay que se dan con palabras, envueltos en sobres y mecanografiados, con aroma a lágrimas y perfume.

A despedida o desplegando las alas del recién llegado. 


Amores perros - Besos animales de la jefa de la calle.
LISC - Mayo 2014


jueves, 8 de mayo de 2014

¿Ya lo pensaré mañana?

Resulta bastante curiosa la amplitud de miras con que se observa el concepto de libertad desde determinados estratos políticos y sociales, especialmente cuando se la presupone englobada dentro de sistemas democráticos. Según la RAE, la libertad es la facultad natural que tiene el ser humano de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos; así como también la facultad que se disfruta en las naciones “bien gobernadas” de hacer y decir cuánto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres. En cierta forma, es el estado o condición de aquel que no es esclavo. Por lo tanto, en democracia, recordemos aquella forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la sociedad, supuestamente es el pueblo quien debiera ostentar la capacidad de decidir de manera consensuada tanto el camino como el sistema de vida al que quiere pertenecer.
Por ello suelo acoger con relativa sorpresa que no siempre se permita a un pueblo el poder decidir la forma de convivencia social en la que desea instaurarse, ni los mecanismos, derechos y relaciones sociales que regirán su futuro. Aunque es cierto que esta capacidad de establecer la configuración político-social y económica de un territorio recae en principio en aquellos elegidos por una mayoría, también es igualmente cierto que en varios de los casos dicha elección surge motivada por intereses concretos derivados de una corriente política establecida en un papel, dejando de lado el beneficio colectivo. No siempre es así, pero sí que ocurre a veces ¿no?
A mi juicio, existen claros puntos comunes que fruto en cierta medida de la lógica implican tratar de implantar mediante la cohesión social la conformación de un territorio en toda su extensión y amplitud, al abrigo de una serie de normas de comportamiento (que no doctrinas) que la protejan y la regulen. De hecho, en un mundo forzosamente globalizado como el actual, puede resultar interesante e incluso justificar un proyecto como el de la UE. Sin embargo, ha sido tras el padecimiento colectivo de una fuerte crisis financiera de consecuencias devastadoras sobre la economía real que aún perdura, cuando el proyecto comunitario nos ha venido a recordar a la ciudadanía en general que dicho movimiento “integrador” nació en el marco de lo que se denominó como Comunidad Económica Europea. En este sentido, si tenemos en cuenta que los “gerentes” de la Unión han establecido un sistema que más que aunar estados en un frente común, le han aportado un cariz de imperativo económico dándole más bien una apariencia de asociación de mercaderes, quizás los últimos acontecimientos puedan suscitar a algunos, como en mi caso, plantearse la pregunta de si realmente fue una buena idea su creación.
Parece evidente que a pesar del paso de los años los objetivos originales, y que le daban su razón de ser al proyecto de integración europea, no se han alcanzado del todo, pues a día de hoy aún no se ha implantado convenientemente ese anhelado mercado común en el que las personas (no solo turistas), los servicios, el capital y las mercancías circulasen libremente. Tan solo las mercancías gozan de este privilegio. Además, parece difícil alcanzar consensos comunitarios igualitarios cuando observamos como los acuerdos tomados por los Grupos de Trabajo de la Comisión o en el Ecofin, se asemejan más bien a sesiones de “intercambio de mercaderías”, en las que para acordar una concesión a un estado miembro, a estos siempre se les exige una contrapartida no necesariamente justa.


De esta forma, hemos asistido en el caso de España (aunque de manera bastante más sangrante en Grecia o Portugal), como tras el inicio de la crisis se han ido perdiendo paulatinamente y legado al abandono varios de los mecanismos de protección social de los que podíamos estar orgullosos de haber adquiridos a lo largo de los años, pasando a primar principalmente lo mercantil, favoreciendo además generalmente a determinadas élites. De hecho, da la sensación a veces que para no defraudar a nuestros amigos europeos, los pensionistas, los parados, los empleados públicos y la clase media deben llevarse la peor parte, en una aparente criba social en la que de forma relativamente indirecta se fomenta la desigualdad en una ciudadanía supuestamente con los mismos deberes y derechos. Mientras que, por su parte, el recorte del gasto (ciertamente obligado) se encamina principalmente a reducir partidas básicas, cuando otras quizás menos necesarias permanecen casi inalteradas o al menos no se las ha tocado como en un principio parecía más lógico debiera haber sucedido, como en el caso de las absolutamente sobredimensionadas empresas públicas.
Seguimos aumentando la brecha ya no solo económica, sino también sanitaria, alimentaria, etc., marcando una hoja de ruta que es posible que, como afirma un número creciente de economistas, perjudique al futuro crecimiento y haga menos estables, incluso, las teóricas expansiones económicas capitalistas. Por lo tanto, el propio modelo se convierte en un mecanismo para la desaceleración del dinamismo empresarial, el endurecimiento de las condiciones de trabajo de los asalariados, el freno a la innovación y la degradación de los servicios públicos.


Todo ello por mandato externo de organismos que a pesar de que parecen asegurar conocer los elementos necesarios para superar esta diabólica crisis, a fin de cuentas hasta la fecha no han conseguido excesivos triunfos con sus políticas, supuestos brotes verdes aparte. Sangre, sudor y lágrimas se mantienen como el recetario económico actual trasladando a los mandatarios europeos (a los que realmente deciden, de sobra conocidos) la potestad de dictaminar hasta lo más nimio de nuestras vidas. Por explicarlo de algún modo, da la impresión de pertenecer o pretender formar parte de un selecto club que actualmente funciona principalmente para recibir órdenes. Demos cuenta, en este sentido, que aunque estén todas enmarcadas dentro del denominado como el primer mundo, dentro de la Unión Europea, España compite frente a países cuyas sociedades carecen en muchos casos de derechos sociales, siendo su objetivo principalmente el tratar de imponernos su sistema de vida frente al nuestro.
Como nota positiva, es la sensación de que buena parte de la ciudadanía comienza a implicarse generando movimientos en los que al menos en apariencia parece se pretende reivindicar una verdadera mejora de la situación social, económica y política que vive el país, si bien siguen sin escucharse alternativas reales ni propuestas serias. ¡Qué recuerdos de aquel utópico 15-M! El descontento es evidente, otra cosa es que sea desoído. Sin embargo, también es cierto que se debe luchar por evitar que el derecho legítimo que subyace tras estos movimientos no sean aprovechados por determinadas minorías radicales para generar el caos formando campos de batalla con lo que tan solo se consigue desvirtuar los objetivos, acaparando luego además todas las portadas nacionales relegando a un segundo plano la importancia del movimiento.
Lo importante es crecer, pero no necesariamente bajo el concepto de aumento matemático sino en el de mejora y optimización. El dinero no es riqueza, es más debiera ser un medio y no un fin. Da la sensación, a su vez, de que a algunas generaciones se les ha dado ya por perdidas, victimas irremediables de una crisis que en cierta medida creo la anterior. En cualquier caso, lo que no se le puede quitar a la ciudadanía son las ganas de vivir, ni enterrar sus sueños en la oscuridad. Así que esperemos que al fin lleguen los ansiados brotes verdes, pero los de verdad, los que afectan a la economía productiva generada por el colectivo y quizás este 2014 no despida su paso dejando a una menguada población, un crédito aún menor, más deuda ni más pobreza.

 “Me interesa el futuro porque es allí donde pasaré el resto de mi vida”. Woody Allen, director, guionista, actor, músico, dramaturgo, humorista y escritor estadounidense


Escrito por Iván Monzón López.