Estas
últimas semanas hemos asistido a otra demostración de lo dantesca que puede
llegar a ser la actividad política en nuestro herido país. El caso Bárcenas,
uno más dentro de una continua escalada de corrupción que no parece tener fin, demuestra
hasta dónde pueden llegar estos señores sin tener el más mínimo pudor.
El
susodicho ha protagonizado sin rubor un hilarante monólogo del club de la
comedia en el que no han faltado chascarrillos con los que salpimentar, las ya no
tan secretas y absurdas cuentas de los partidos políticos, de frases y hechos
que podrían ser el guión de una película del gran Berlanga.
El
espectáculo está en lo más alto y los actores se sienten bien en su papel: que si los continuados viajes a Suiza eran a
esquiar (jaja), que si los donativos
a las arcas de la calle Génova son de manera altruista (jaja), o que Dolores
Cospedal declarase que el extesorero no
poseía un despacho en el partido popular, sino un “sitio” en el que movía su
ábaco de cuentas de dinero negro, perdón de contabilidad B (¡¡bravo!!,
grita el público español).
¡¡¡Estoy harto de que se insinúe que
mi fortuna ha salido de los fondos del partido, ha ido creciendo por medio,
entre otras causas, de transacciones con obras de arte!!!, grita dolido el Sr. Bárcenas ante el clamor de la
función de hoy.
Rajoy,
necesitado de su cuota de protagonismo cómico, sentencia: las cuentas de Bárcenas son todo mentira… salvo alguna cosilla…
(jaja). ¡Otra, otra, otra!… se escucha desde el gallinero.
Todas
estas bestias hambrientas de lo ajeno, se nutren al poseer no solo nuestro
capital, sino también nuestra opinión. Acostumbrados durante años a
enriquecerse vilmente con la complicidad del ciudadano que aplaude al que
demuestra ser más “pícaro”, hemos creado a un ser superior. Otorgándose una
potestad, que han tomado como absoluta; creyéndose habilitados a torear las
leyes, la moralidad, los ciudadanos, la educación y bailar con la corrupción o
prevaricación como el pan de cada día.
Los
políticos podridos se multiplican (en todos los partidos cuecen habas), los
puestos de poder hermanados con el capital conviven con toda clase de tiburones,
que no quieren tirar de la manta a su homónimo, no sea que se les destapen los pies.
Entidades financieras con intereses en ejecutar hipotecas o desahuciar,
empresariado acostumbrados a defraudar y nadar en paraísos fiscales con
consentimiento estatal, procesos judiciales que se alargan hasta caer en el
olvido colectivo (costas y lentitud judicial que pagamos todos), fraudes,
escándalos, corrupción, corrupción y más corrupción.
Estas
bestias, que vimos crecer venturosamente y de la que todos somos culpables, en
mayor o menor medida, se contonean sonriendo en trajes caros mientras las
generaciones más jóvenes pasamos serios problemas para labrarnos un futuro.
Unas
generaciones, de futuro incierto, poco implicadas con la lucha social por las
comodidades que nos han hecho creer que poseeríamos indefinidamente. Jóvenes
necesitados de estímulos para plantarle cara a este sistema de mentira, que
premia a mediocres sin conciencia. Precisan valores sinceros que les motiven. Semillas
que empezaron a plantarse en significativos movimientos sociales en los últimos
tiempos. Unas generaciones que precisan que germine su disputa lo antes posible
plantándose en contrapunto real a las actuales bestias.
Unas
generaciones que aprieten por primera vez los puños y hagan agachar la cabeza a
los dueños de nuestra sociedad. Sonrojen a los amorales, y hundan a las bestias
que controlan nuestro país.
Sospecho
que ese día se acerca y como un joven más que mira el horizonte cargado de temor,
me rebelaré aventurando una realidad, como mínimo más justa y honrada. Una
realidad en la que los que están arriba, gobiernen por el bien de todos.
Escrito por Enrique
Redondo. Marzo 2013.