Sin dejar de mirarle a los ojos
sirvió la copa de vino, como queriendo detener el tiempo. Saboreaba cada
instante pues restaba poco en su compañía. Tratando de impresionarla, le dijo
algo sobre lo que había pensado en su día acerca de que la belleza está en los
ojos de quien observa. Evidentemente, al conocerla se desmoronó su teoría, su
belleza estaba por encima de todo eso, cualquiera lo sabría con un simple
vistazo.
Mientras, buscó el cálido manto
que representa una caricia. En su lugar, afiladas y crueles palabras colocaron
tierra de por medio.
De pronto, su cabeza dio un giro
al que nunca conseguía acostumbrarse. Procuró mirar a otro lado pero ya era
demasiado tarde. Trató con cierta dificultad decir adiós y se ahogó en su
angustia. Intentó vanamente ocultar como su mundo se desmoronaba, esconder
la triste manera de sentirse vacío cuando ya no existiera.
Aquella moderna cafetería se tiñó
de azul oscuro mientras su mundo se sacudía y derrumbaba sin razón.
Al levantarse precipitadamente derramó
el vino golpeando la copa torpemente, dibujando su relación en un segundo. Avergonzado,
abandonaría la escena del crimen. Se dirigió hacia la puerta dejando caer
infinitos besos nunca dados, sueños, sonrisas, futuro, lágrimas… amor.
El sol le engulló dejando unos
ojos húmedos, erráticos, desconsolados. Al instante el sabor salado bajo por la
garganta maridando a un caldo norteño. De un trago se lo bebió y lloró hacia el infinito sin
importarle que la vieran.
En la mesa, una hoja de libreta
arrugada mostraba con letra desordenada unas frases que bien podrían ser un plan… o no.
Pagó y se marchó desapareciendo en el mismo cálido sol de media tarde.
El camarero, limpiando la mesa,
recogió el papel y lo leyó en silencio tras la barra.
Los castillos que no convencen…
Duele más a mi manera…
Puede ser que llegue…
Que se queme la carne en la
sartén…
Que me denieguen la dichosa ayuda
de nuevo…
Saber que no es lo mismo que dos
más dos…
Encarna se toca en el salón…
La canción aburre pero hay que
continuar…
La mamá le suelta un bofetón…
Mentiras que se dicen con
desprecio…
El alquitrán llega hasta la arena…
Y no saber si es verdad o no lo
que te cuentan…
Sube el volumen para no escuchar
los gritos…
Con desdén camina mirando el
horizonte…
Saber que en Praga hay música no
consuela…
Las maravillas que hace ese chico
con el balón…
Porque quizás mañana no haya solución…
La belleza está en los ojos de quien observa…
La belleza está en los ojos de quien observa…
No volverás a llorar sin motivos…
Te quiero. No importará lo que pase, yo siempre te voy a querer.
Imágen extraída del libro "La quimera del pan" realizada por el gran Himar Suárez.