lunes, 31 de marzo de 2014

Cuanto te has marchado

Sin dejar de mirarle a los ojos sirvió la copa de vino, como queriendo detener el tiempo. Saboreaba cada instante pues restaba poco en su compañía. Tratando de impresionarla, le dijo algo sobre lo que había pensado en su día acerca de que la belleza está en los ojos de quien observa. Evidentemente, al conocerla se desmoronó su teoría, su belleza estaba por encima de todo eso, cualquiera lo sabría con un simple vistazo.

Mientras, buscó el cálido manto que representa una caricia. En su lugar, afiladas y crueles palabras colocaron tierra de por medio.

De pronto, su cabeza dio un giro al que nunca conseguía acostumbrarse. Procuró mirar a otro lado pero ya era demasiado tarde. Trató con cierta dificultad decir adiós y se ahogó en su angustia. Intentó vanamente ocultar como su mundo se desmoronaba, esconder la triste manera de sentirse vacío cuando ya no existiera.

Aquella moderna cafetería se tiñó de azul oscuro mientras su mundo se sacudía y derrumbaba sin razón.

Al levantarse precipitadamente derramó el vino golpeando la copa torpemente, dibujando su relación en un segundo. Avergonzado, abandonaría la escena del crimen. Se dirigió hacia la puerta dejando caer infinitos besos nunca dados, sueños, sonrisas, futuro, lágrimas… amor.

El sol le engulló dejando unos ojos húmedos, erráticos, desconsolados. Al instante el sabor salado bajo por la garganta maridando a un caldo norteño. De un trago se lo bebió y lloró hacia el infinito sin importarle que la vieran.

En la mesa, una hoja de libreta arrugada mostraba con letra desordenada unas frases que bien podrían ser un plan… o no. Pagó y se marchó desapareciendo en el mismo cálido sol de media tarde.

El camarero, limpiando la mesa, recogió el papel y lo leyó en silencio tras la barra.

Los castillos que no convencen…
Duele más a mi manera…
Puede ser que llegue…
Que se queme la carne en la sartén…
Que me denieguen la dichosa ayuda de nuevo…
Saber que no es lo mismo que dos más dos…
Encarna se toca en el salón…
La canción aburre pero hay que continuar…
La mamá le suelta un bofetón…
Mentiras que se dicen con desprecio…
El alquitrán llega hasta la arena…
Y no saber si es verdad o no lo que te cuentan…
Sube el volumen para no escuchar los gritos…
Con desdén camina mirando el horizonte…
Saber que en Praga hay música no consuela…
Las maravillas que hace ese chico con el balón…
Porque quizás mañana no haya solución…
La belleza está en los ojos de quien observa…
No volverás a llorar sin motivos…
Te quiero. No importará lo que pase, yo siempre te voy a querer.



Imágen extraída del libro "La quimera del pan" realizada por el gran Himar Suárez.