martes, 22 de junio de 2021

LA NOCHE DE SAN JUAN y “EL PORTAL DEL NUBLO”

Ahora que se acerca la celebración de la siempre esperada noche de San Juan, me ha parecido interesante hacer una pequeña reflexión sobre una de nuestras festividades más emblemáticas y que además coincide con la noche en la que se basa mi primera novela “El Portal del Nublo”, que Bilenio Publicaciones va a publicar en próximas fechas.

Como bien saben los que visitan nuestras Islas, así como los que nos hemos criado aquí, es que si por algo se caracteriza Canarias, más allá de por su clima siempre benigno y la belleza de sus paisajes, es por su marcado carácter tricontinental, que la convierten en un cruce de caminos y de culturas, muchas de las cuales han tenido fiel reflejo en sus tradiciones, supersticiones y creencias.

Una de las más populares es precisamente la Noche de San Juan, una tradición milenaria que se celebra en diversas partes del mundo pero que en Gran Canaria, y sobre todo en su capital, Las Palmas de Gran Canaria, adquiere una significación muy especial, al ser una noche que también coincide con sus fiestas fundacionales.

Sin embargo, lo que no muchos saben es que la celebración de la Noche de San Juan en Canarias hunde sus raíces en el origen de los tiempos, mucho antes incluso a los tiempos de la conquista, envuelta en un halo mágico y de misterios sobrenaturales, que ya nuestros antepasados aborígenes relacionaban con el inicio del verano, al que llamaban Achún Magek y que al contrario de lo que recoge la creencia popular, realmente no se celebraba en la víspera del 23 de junio, sino en la del solsticio que es en realidad dos días antes.

Ya en las crónicas de la Conquista se narraba que para los antiguos canarios esta fecha era fundamental, pues para ellos marcaba ya no solo el inicio del verano, sino de un nuevo año y la recolección de las cosechas. Según se cuenta, además de excelentes conocedores de la astronomía como han demostrado los recientes descubrimientos en torno al Risco Caído y el yacimiento de Cuatro Puertas, los antiguos canarios pre-hispánicos aceptaron y mezclaron de buen grado la costumbre castellana de encender hogueras en la víspera de San Juan, con sus propios rituales de adoración al Dios del Sol Magec.

Desde entonces, la tradición popular dicta que esa noche se enciendan innumerables hogueras en diversos puntos de Gran Canaria y, más recientemente, a lo largo y ancho de la playa de las Canteras, pues es una festividad que aunque nace del fuego también se sumerge en el mar, y que alcanza su máximo apogeo en el momento en el que se apagan todas las luces y dan comienzo los fuegos artificiales en distintos puntos de la playa.


Cada 23 de junio, la mal llamada noche más corta del año se transforma probablemente en la más intensa, en un ritual de alegría y esperanza mediante el que los más supersticiosos y espirituales dicen adiós a lo viejo y abren los brazos con ilusión a la aparición de algo nuevo y mejor que pudiera llegar a comenzar a la mañana siguiente.

Es una noche en la que el brillo de las hogueras se apodera de la oscuridad, anegándola para traer la luz de nuevo a nuestras vidas y alejar a los malos espíritus, en una combinación mágica que entremezcla al agua, la tierra y el fuego, y que en nuestra tierra va siempre acompañada por el sonido de las batucadas, los bailes, la comida y la bebida a orillas de la playa.

Como ya tendrán ocasión de descubrir a lo largo de la novela, en la noche de San Juan todo es posible.... pues es una noche que como les digo, está envuelta en un halo mágico y de misterios sobrenaturales, en la que todo puede suceder... y cuya llama, aún a pesar de las adversidades vividas, siempre permanece brillante junto a nosotros.


Texto compartido por Iván Monzón López, autor del libro “EL PORTAL DEL NUBLO”






jueves, 23 de junio de 2016

Me quieres

Dentro de su estado de agitación habitual sólo se le ocurrió hacer una cosa para apaciguar sus dudas. Algo le empujó con fuerza para constatar que no se equivocada.

Aprovecharía el momento en el que su amante dormía para escarbar en su pecho con delicada ansia. Sacó de su pequeño bolso unas pinzas y las utilizó minuciosamente con mimo en la zona en la que en la escuela le indicaron la ubicación exacta del corazón.

Trataba, razonadamente, de encontrar la parte en la que ella apareciera, en la que su reflejo justificara lo que sentía hacia él.

Comenzó por un discreto agujero por el que topó con una curiosa aleación de carne y huesos que desprendieron aroma a vida, a naranjos en flor a punto de sonreír al sol; tras una capa de suave piel que tantas veces besó. El rojo se iba intensificando a medida que la sinuosa gruta se acercaba al corazón, a cada suspiro en los que se iban fracturando capas de bellas cavidades.

En un instante los rítmicos latidos fueron guiando su camino, incentivando sus ansias. Tres capas después bastaron para localizar el umbral del órgano más deseado. Los latidos ya no eran contenidos por la caja torácica por lo que retumbaban en la habitación con sonoridad. La minimalista lámpara que observaba la escena desde las alturas comenzó a bailar al ritmo que marcaba su dormido amado.

Observó con alegría el corazón. Era rojo. Muy grande y vivo. De un rojo intenso que no se puede describir con palabras. Lo acarició. Pero esto no le bastaba.

Continuó con su búsqueda, con más delicadeza que antes si cabe. Atomizando con un alfiler el órgano para hallar su cometido. Hasta que en un microscópico punto encontró lo que buscaba.

Estaba muy profundo, protegido en lo más hondo del corazón. El lugar en dónde dejamos las cosas que no queremos compartir con nadie. Ahí encontró un papelito cómo los que salen en las galletas de la fortuna de los chinos. Lo cogió y leyendo muy de cerca pudo ver que con letra cursiva decía: tú eres mi vida.

Al verlo se sonrojó, era muchísimo más de lo que buscaba. Volvió a dejar todo en su sitio avergonzada. Segura de que si no movía nada, él nunca se enteraría de su acto tan despreciable cargado de desconfianza.


Tapó el agujero, abrochó los botones de su camisa y se recostó a su lado. 

Sognefjord (Fiordo de los sueños) agosto 2014. La Isla sin Camarón

viernes, 13 de mayo de 2016

Me olvidé de mí

La chica que observa el mar desde su casa del Malecón.





















Hace rato que debe haber pasado la hora del almuerzo. Los latidos en mi sien no cesan. Alguien debería avisarnos de lo duro que resulta estar en este barrio.

En la cocina, la losa acumulada desde hace una semana certifica la defunción de mi voluntad de estar socialmente activa. El olor a café quemado en los bordes del camping gas, unido al hermetismo de la estancia repelen cualquier intento de acercamiento.

En mi cabeza, se sacuden ideas macabras aleatoriamente junto a fogonazos de energía muy cortos. Gotitas de positivismo que me intentan mover del sofá pero que lo único que esperan de mí es converitrme en otra persona diferente. Sueño con conocer otro mundo, colarme en una vida de colores y que nadie me vuelva a juzgar. Introducirme en cuerpos desconocidos de gente anónima que sale a comprar el pan y sonríe al hablar.

Diez veces por segundo instalo las cortinas en mi mente, culpándome a mí de mi destino, pero sintiendo que la culpa es de los demás. Nunca me entendieron. De qué sirve toda esta vida, qué motivos tengo yo para empujar este estúpido cuerpo si a nadie le intereso.

Durante horas cambio de canales sin rumbo y con el volumen al cero. No recuerdo que es lo que quiero ver o a lo mejor es que no hay nada que esté hecho para mí. Tan horrible, que esté hecho para gustarle a una chica como yo.

El martilleo se difumina, hasta convertirse en un molesto aleteo incesante que deja prioridad a las náuseas y ganas de vomitar. Ahora sólo quiero desaparecer, ya no pretendo ser nada mejor que ser nada. Me tapo con una manta gris hasta la nariz deseando que ni yo misma consiga localizarme. No merezco que nadie sepa que existo, no me quiero, no me reconozco, me odio. Me odio. Me odio.

Con alevosía la oscuridad va apagando la poca luz que ilumina mi salón. Los sonidos de la noche se cuelan por la ranura de la llave, por los poros de mi casa que aunque lo intente no consiguen aislarme del mundo.

Me duermo a ratos, deseando no volver a esta vida. Sólo veo oscuridad en mis sueños. Caminos infinitos. Océanos profundos, risas que se burlan de mí y ojos que me miran juzgándome.

De pronto, el dolor cesa. De mi cabeza desciende agua tibia que relaja mi ceño. Mi boca decide sonreír sin permiso. Los muros de mi casa se derriten cómo si la primavera besara sus cimientos para que despierte de un letargo absurdo. Todo se transforma a gran velocidad. Aprieto la manta a modo de escudo con mis puños, buscando atemorizada una explicación. Pero ya no hay vuelta atrás. Oigo las olas del malecón rugir a los escasos 10 metros de mi casa. Esos 10 metros que hace horas eran infinitos.

Me incorporo grácilmente, asombrada por mi vitalidad. El sol encandila mi piel, ya no olfateo el café requemado de la cocina. Por mis fosas nasales entra olor a musgo, salud, vida, arena, cielo, paz.

Mis primeros pasos los doy vacilante hasta que me giro y veo que mis huellas son profundas, cargadas de arco iris. Mi alma se convierte en una fuente de aire que oxigena todo lo que me rodea. Paladeo el sabor de estar viva y despego.

Ya no veo lagunas laberínticas, ya no estoy sola. 

viernes, 25 de marzo de 2016

Mis héroes en cuaresma


Hace algunos días me detuve a contemplar con interés a una de esas personas que despiertan en mi una fascinación especial (de la que por ahora omitiré su nombre ya que prefiero imaginar que es una más de otros seres excepcionales).

Estos hombres y mujeres que considero esenciales viven entre nosotros aparentando normalidad. Incluso pueden estar a tu lado en la cola de la pescadería y que no reparemos en el brillo que su alma, de manera natural, desprende.

Hace algunos meses (en un momento retomaré mi diatriba inicial pero considero que esto que voy a contar es importante para entender porque escribo hoy estas palabras) bajo un impulso excesivo de optimismo, comencé un texto que acabó en la papelera y el olvido cuando, temeroso, me percaté que me estaba acercando a Paulo Coelho y el olor a quemado me puso los pies en la Tierra.

De cualquier manera, de aquel texto entusiasta y excitado puedo extraer dos párrafos que recuerdo con claridad y que hoy ayudarán a clarificar lo que, con dificultad, trato de explicar:

- "…¿Y qué hacemos con los soñadores, maestro? Hagamos que sufran, hasta que olviden que hay un mundo mejor…" Si, lo sé, descontextualizado parece sacado de la mismísima biblia…

O este otro párrafo que memoricé sin saber aún con que motivo:

- "…y esos ilustres seres, que bajo cataratas continuas de quiméricos proyectos avanzan; lográndolos o abandonándolos a partes iguales, por falta de personas desinteresadas que naden en su misma dirección…"

Y así es cómo hoy, bajo el sol tenue de la semana santa, se despertaron las ganas de valorar este brillo nuevamente. Yo, que afortunadamente nací de una de estas personas irrepetibles, que cada nuevo día aprendo observando con fervor a los que dejan a un lado los límites racionales, y olvidando a los que no sueñan viven en el imposible… que me puso enfrente a una segunda madre en Tenerife -que ve colores en dónde los tonos se vuelven grisáceos-, y que cada nuevo día descubro seres irrepetibles en cada dirección; cómo pudimos aplaudir la pasada semana en los honores y distinciones otorgados por el Cabildo de Gran Canaria2016. Entregados a un puñado de personas ejemplarizantes como Koldobike o González Vieitez, empeñados en vivir mejorando colectivamente distintos aspectos de nuestra sociedad.

Todos podemos encontrarlos en nuestro entorno, incluso, como decía, en la cola de la pescadería… héroes anónimos que no suelen pelear por salir en una foto, sino por mejorar ese espacio en el que nadie repara… No sería justo enumerarlos, son legiones y como digo, sus sueños no buscan palmadas en la espalda.


Pero no me perdonaría finalizar obviando a quién, durante décadas, alimenta terapéuticamente mis ansias para que cada gesto mío repercuta en el bienestar de los demás. Entregado en cuerpo y alma, el sacerdote Esteban Velázquez lleva una vida dedicándose a los que no son prioritarios, a personas olvidadas que no son portada. Con fuerte vínculo a mi familia, es y será una de estas personas que caminan firmes empujando "causas de menor importancia". 

Una de esas múltiples personas que nos regalan sonrisas, salud, bienestar o justicia; y consiguen con sus sueños que este mundo sea mejor. Para que todos tengamos la felicidad que nos merecemos.



Costa da morte - febrero 2016
La isla sin Camarón


Para Dani, empeñado en lograr el equilibrio

miércoles, 27 de enero de 2016

Amor se escribe con hache

A orillas de ninguna parte emergió, entre 7 saltos de mata. A medio camino del trópico que paladea los idílicos climas encontrados. Envuelta en un manto oceánico situó estratégicamente uno de sus puntos cardinales.

Besando el mar en cada latido, el océano acabó por envolver sus calles con ternura. En todas direcciones hay vida, sientes libertad a pesar de los límites geográficos y el asfalto... La ciudad del mar. Así es como la conocían marineros y comerciantes que durante siglos y en trayectos hacia el nuevo continente hacían un alto para hacer cuenta de víveres…

Y así creció, al amparo del estraperlo, del trueque cambuyonero; de las influencias y conexiones culturales y cíclicas; del amor y el odio metropolitano; de vida que rebosa desde el istmo hasta el corazón de sus habitantes.

Al menos así la soñé, o esa es la imagen que conservé hasta que la conocí. Andando con paso seguro, aire misterioso y colmillos afilados. Sentada en una de esas tertulias de café que una época frecuenté aprendí su nombre.

Conocí en ese café su rabiosa forma de llevar siempre la contraria por principios. Afición al inconformismo que la llevó a no estar de acuerdo consigo misma si era preciso para la causa. Desde ese día, mantuvimos una relación de amistad fijo-discontinua. Sin sentir jamás molestia alguna, pero sin que ninguno de los dos demostrara un afecto especial.

Nos cruzábamos y sonreíamos mientras entre banalidades me daba la sensación de que nos admirábamos mutuamente. Llegué a pensar que era un privilegiado, no recuerdo que me rebatiera, por lo que entiendo que se sentía bien conmigo.

Empeñada en cabalgar a lomos de la contracultura, buscando su sitio en el mundo llegó a danzar por la bohemia, el romanticismo, alinearse a las ideologías hippies nostálgicas, bailar música bacalao, probar diversas adicciones nocivas, tantear la cultura vegetariana y macrobiótica y hasta flirtear con la cultura punk. Se podrían escribir varias novelas de su personaje pero pecaría de sobreactuado… no lo veo cómo un superventas.

Pasó el tiempo y continuamos igual. Pero distanciando cada vez más nuestros encuentros fortuitos. Por unos años creí que se la habría tragado la tierra. Aunque si me lo planteaba bien podría ser, viniendo de ella, que se hubiera alistado a los boinas azules, ingresado en una secta o estuviera haciendo macramé en Bolivia… cualquier cosa era posible viniendo de ella. Tenía todas las papeletas para que nunca fuera administrativa (con todos mis respetos para esos nobles currantes).

Hoy, después de muchos años apareció cayó del cielo. Con el brillo que siempre tuvo y con casi 20 años más que la primera vez que la vi. Sonreía con esa luminosidad que mi ciudad regala a su antojo, a esos seres que elige con vehemencia.

Cargaba una mochila con libros viejos. Me dio un beso con un largo abrazo. Otra vez me quedé callado, como los últimos veinte años sigue siendo una persona singular y mantiene el manto de aura mágica. Parece insensible a banalidades y prejuicios. Se erosiona, transforma y muda piel. Cambia de estado, pero en el fondo sigue siendo la misma. Igual que la ciudad del mar.

Con energía me dijo, cómo desde hace veinte años, que éramos hermanos. Me trató con cariño y sentí que volvía a nacer de nuevo como si fuera una mariposa.

Ahora vuelve y no es para quedarse, sólo está de paso. Hablamos y habló. Idas y venidas, de amor y odio, de influencias y conexiones culturales en su trayecto vital por estos mundos. Y recordé que ella es fruto del crisol maravilloso de mi ciudad. Que mi ciudad la ilumina cada vez que la ve. Que la ciudad late con el mar, y con gente como ella.

Y pensé que con ella el amor se escribe con hache. Con hache de hermana.



Como no tengo a mano fotos de la "Ciudad del mar" he puesto un vídeo del gran Samuel Díaz en el que camino por cualquier calle de mi ciudad... 

martes, 24 de noviembre de 2015

Canción triste para una guerra eterna

Las lágrimas del próximo inocente ya están firmadas en despachos ovales. La maquinaria militar sigue produciendo en un negocio lucrativo en el que nunca habrá quebrantos de caja o pérdidas inviables económicas.

Mañana habrá guerras, con más sangre si es posible. Mañana serán los aliados contra las religiones, como anteayer. O quizá debamos derrocar a algún líder injusto. Con certeza apuntaremos a África, a Asía, a Latinoamérica, a la humanidad o a nosotros mismos.

No dejen de fabrican balas, siempre hay una cabeza que destruir. Siempre existirá población inocente en la que continuar repartiendo plomo y generando riqueza.

Los amantes de la patria vivirán felices, los amigos de las líneas divisorias, los esclavos del sionismo, el soldado de fortuna, el líder mesiánico, las corbatas de la ONU, la sinrazón, el billete de oro negro, los diamantes bañados en muerte, la mano de obra explotada, el precio del trigo, el índice Big Mac, las fortunas, el control del capital… los intereses financieros… la codicia…  la rueda continuará escupiendo desesperanza y avergonzando a la humanidad.

El soldado, sencillo y mortal, siembra rosas en el vientre de su amante mientras a golpe de escuadrón abona la soledad de su fusil en una tristeza estéril y desatendida. Olvida al ser que lo habita y avanza con decisión entre una oscuridad inocua. Aniquila y borra; escupe y sigue directrices; descarga, apunta y mata sin compasión. Al mismo tiempo, en mesas redondas se reparten el queso entre champán, en templos sagrados justifican en el nombre de algún dios o aplican la ley del ojo por ojo cómo resolución de conflictos.

¿Es propio del ser humano, encoger el alma de sus congéneres, humillar y matar, despojando todo cuánto se posee?,  ¿es parte de nuestra esencia demostrar nuestra pequeñez moral pisando nuestro entorno, dejando una huella imborrable en los que nos rodean?

Y el Estado decide con rotundidad firmar un pacto antiyihadista proponiendo matar y matar. Nos convence de que la solución para lograr la paz está en más muertes. Repite una mentira mil veces escuchada, cae en el mismo hoyo absurdo en el que no hay retorno, pervierte el bienestar y se conjura en matar en mi nombre cuando tenga la ocasión.

Las lágrimas del próximo inocente tal vez sean las mías. Las muertes de tantos conflictos seguirán gritando, suplicándonos ayuda mientras descansamos en nuestro sofá, clamarán inocentes al cielo aunque a nadie le interese. Aquí firmaremos para protegernos del mal, nos subimos al carro de la inconsciencia, dormimos en calma sin plantearnos que podemos ser culpables de las muertes de mañana, de las injusticias de hoy. Seamos honrados con nosotros mismos, seamos justos con los demás: no abones más campos de sangre, no generes más odio.

Enrique Redondo noviembre 2015


No hay camino para la paz; la paz es el camino- Mahatma Gandhi -

Matadero Madrid. 30 Abril 2015. La isla sin Camarón. 

domingo, 22 de noviembre de 2015

Tantas veces soy y otras cosas

Viernes, 20 de noviembre, 7:27 de la mañana. Despierto con la meliflua melodía que tiene mi móvil. Una posición indescifrable entre el jazz y una banda sonora etérea en una escena después de una gran batalla, de la calma claro. El que compuso esta maravilla debería de ser rico pero sospecho que no es así. Sospecho que morirá y lo más grande que creerá haber logrado será trabajar para Samsung en un diminuto despacho de Tokio o Toronto.

En la sobremesa me doy cuenta de lo efímero de un día, lo tristemente veloz de la vida y lo difícil que resulta exprimirla a pesar de haberlo intentado acotándola en horas, minutos, segundos y hasta milésimas. Podemos incluso leer el tiempo en granos de arena pero no somos capaces de licuarlo parándolo o siquiera ralentizarlo.

A media tarde, aprovecho para encender mi portátil mientras un barco me mueve sin yo hacer ningún esfuerzo hasta la vecina isla de Tenerife. Supongo que para alguien de hace un siglo sería un hecho inefable y discutiblemente creíble.

A mi lado me ataca la serendipia al comprobar cómo mi musa "medita con los ojos cerrados". Descuido mi elocuencia literaria al despertar mi limerencia su imagen tranquila. A su habitual mareo lo venció Morfeo.

Rescato los pensamientos de la sobremesa, y siento profundamente que moriría por grabar este momento, por guardar el mar en mi cabeza, por revivir esta secuencia dentro de décadas, porque la belleza de ella y el mar sean inmarcesibles. Por saber que lo que ahora disfruto pueda volver a ponerlo en liza cuando más lo necesite.

Apoyado en la ventana observo cómo cae el atardecer. El sol juega con ventaja y se va sumergiendo en silencio bajo el Atlántico, el arrebol del cielo va dejando en mi retina una iridiscencia que ya sé que no podré atrapar. Otra puesta que se quedará en el olvido, que pasará al principio de un libro que no seré capaz de volver a leer. Me giro y la vuelvo a mirar, acostada, tranquila e inconsciente de la lucha de contradicciones que entretienen mi viaje.

El sol acaba por desaparecer y pienso lo lejos que parece ahora la mañana. Son las 6:58 de la tarde y parece que las 7:27 pertenecen a otra vida. A un lugar en el que las cosas arden con rapidez y no se rescata nada. Me descorazono en mi butaca y decido ver la película que proyectan; Tom Cruise jugando al béisbol hará que la cabeza deje de dar vueltas.



viernes, 23 de octubre de 2015

Camino al sur


En mi huida no pesaron porqués, sobró egoísmo. Camino al sur sopesé el peso de tus caricias, igualé el tacto de tu piel a los rugidos de las olas. Silenciando mí conciencia huía de mí y del miedo que da ser feliz.

Poco a poco la ciudad se volvió invisible en el retrovisor. La canción del olvido se repetía en mis sueños, aquella en la que se rebosan las albercas de tristeza. En las que uno se queda solo cuando llega el día en el que no recuerda los motivos.

Miedo, evito el dolor por miedo. Miedo a tener que arrancarme esos clavos que clandestinamente permití que hospedaran mi ser. Clavos que llegaban en dulces oleadas de sexo, horneados con susurros y cariño, musicados en risas contagiosas.

Ahora, vieja amiga, con los pies en la orilla olvido tu nombre, pero recuerdo aquello de que el miedo es mi carcelero. El miedo sigue siendo mi luna. El miedo es saber que te he perdido. El miedo es mi fin.

"Siguan leyendo mis hijos, no me sean infieles". Sevilla. Septiembre 2015 (foto hecha con el móvil) La isla sin Camarón.

miércoles, 22 de julio de 2015

Música y letras

La música regresa a mi cabeza, despedazando la melancolía. Mis pies vuelven a bailar a su aire con su habitual torpeza y las teclas de mi ordenador repican intermitentes en la noche.

Me pierdo en atajos, deambulando entre letras que se buscan unas a otras, deseosas de vibrar con la rima eterna. Mientras, sigo colocando bloques con forma de palabras, uno encima de otro con cariño, acumulando pequeñas pirámides que llenan mi casa de color.

Y toso. Toso palabras que espolvorean mi habitación de imágenes. Sacuden mi silla como leones hambrientos. Vuelan lejos, escondiéndose de mi presencia, burlándose de mí, engatusando a los desconocidos con sus cuentos, gritando con júbilo su libertad.

Y yo regreso a la pantalla, batiendo las palabras con comas y puntos hasta dejarlas a punto de nieve. Parpadeo y oigo mi voz pentagramada mientras la música continúa sonando. Y pienso que ojalá nunca deje de sonar.

Peluquería rural "abierta 24 horas". Orchha, India.
Julio 2011. LisC.

Este verano haremos una exposición con un puñado de fotos sacadas en diferentes países en las que, sin intencionalidad, se han retratado diversas maneras con las que los humanos nos ganamos el pan.

La exposición trata de ser una reflexión en imágenes sobre las condiciones, la dignidad o las desigualdades laborales existentes entre diferentes culturas.

La muestra será itinerante en cafeterías/bares de arraigo cultural. A falta de cerrar algunas fechas, daremos confirmación de los lugares en los que atraquen estas fotografías en los próximos días.

Abrazos amigos

viernes, 10 de julio de 2015

Aniversario

Es posible que me enterara pasado algún tiempo, incluso puede que algunos años más tarde algo me alertara de lo ocurrido. El mundo es algo que no esperaba, respuestas que se ahogan en el mar.

Así que esperé volver a verte. Amarré mis días a tus huellas para seguir escuchándote. Pero no fue suficiente. Marchaste sin explicar, sin hablarnos de lo que sería el vacío, el pesado hueco que me frena esposado a mis tobillos tristes. Sin darme cuenta mis ojos dejaron de olerte, mi cabeza se olvidó de estar despierta pegando bastonazos de ciego.

Los días pasaron, cargados de otras cosas que no importan, que van erosionando la memoria. Meses, hasta doce años de oscuro sentimiento, de espera que no termina.

A veces consigo que el atardecer se alargue en los días soleados, cuando creo verte en la voz de otras gentes, entre los pasos de nuestra sangre o en los caminos que sin merecerlo riegan mi vida de amores. Me alegro y sigo en vigilia. Siendo feliz, soñando despierto.

Ya no cuestiono. Simplemente espero sin más. No sé si será cierto, quizás sólo sean deseos de volver a saber que sigues. Que aún resistes en tu absurda pasión de amarnos por el resto de nuestro tiempo. De seguir regalándonos tu vida. De saber que nunca de marchaste.

Pasaje Mercedes Miranda Dasca. LPGC. Julio 2015.
La isla sin Camarón.

viernes, 19 de junio de 2015

Perdido el rumbo

En el Océano Atlántico la costumbre del silencio hace que los hombres de mar pasen horas divagando en interminables pensamientos. No se siente la necesidad de intercambiar palabras, se habla justo lo necesario. El golpeo de las corrientes en el caparazón del navío son como latidos que recuerdan que uno está vivo, los hombres se encuentran en su hábitat natural. El sabor a sal, la brisa, el sol de medio día, el rumor de que se aproxima cambio en el tiempo, el crujir de las estructuras,… son también un lenguaje del que uno aprende a escuchar en el silencio y extraer señales vitales para comprender la mar.

Puede llegar el caso de que si juntas algunas guardias a deshoras con una labor solitaria no encuentres la obligación de articular palabra en un par de días. Y eso es lo que ocurre hoy, primer día de un turbulento otoño. Después de una negra noche de guardia me encuentro descansando en mi litera. En mi letargo entre cabezadas llevo toda la mañana escuchando discusiones en cubierta. Algo ocurre y al medio día decido subir para averiguarlo por mí mismo. Al abrir la compuerta del camarote escucho golpes en bodega donde almacenamos las  viandas. Parece como si alguien estuviera buscando algo con mucha prisa, revolviéndolo todo. Al entrar en la bodega mi inquietud aumenta. Asombrado, observo en silencio a un compañero saqueando toda la mercancía. Al verme hace una parada y con voz temblorosa sólo acierta a decir: "¡Una auténtica catástrofe, no puede ser cierto. Una auténtica catástrofe!".

Totalmente desquiciado regresa a su paranoia. Trato de hablar con él pero está desquiciado así que desisto dirigiéndome escaleras arriba hacia cubierta.

Arriba, el panorama no es mucho mejor. Toda la tripulación se encuentra presa del pánico. Entre frases entrecortadas y algunas conversaciones consigo, vagamente, averiguar qué ocurre. Al parecer todo el cargamento de ron está en mal estado. Todas las barricas desprenden el mismo asqueroso hedor y no parece que pueda ser consumido. El pánico se ha apoderado de la tripulación. Cualquiera sabe que un marinero no está capacitado para navegar sin un trago en el cuerpo.

En el horizonte sólo se divisa el infinito azul. Millas inalcanzables para un grupo de hombres totalmente perdidos, vencidos e inútiles para tomar las riendas del navío. La desaparición del oro líquido ha mermado las capacidades de la tripulación en sólo unas horas. Un marinero seco es un marinero desorientado, que no entiende su brújula, que no interpreta las señales del cielo, que tiene vértigo, pánico.

Hacia cualquier dirección en la que dirijo mi mirada el panorama es similar. En la proa algunos hombres discuten hacia dónde debe estar el norte. El capitán, asustado, se desentiende dejando que las corrientes dirijan el navío, meciéndolo desamparado hacia un destino incierto. El resto de la tripulación comienza a tener signos de mareo. Tropiezan con torpeza vomitando, sintiéndose fuera de lugar, hombres de secano.

Es curioso que el ron, germen de tantos conflictos entre marineros y motivo habitual de peleas, sea el verdadero vínculo entre el hombre y la mar. La situación parece irreversible. Las horas se convierten con rapidez en días hasta llegar a la semana.

El barco, provisto de suministros para pescar en bancos cercanos al continente africano no está preparado para una eventualidad que supere los 3 o 4 días sin fondear en tierra firme. Algunos hombres, ya enfermos por la hambruna y desorientados gritan al cielo pidiendo un trago de ron. ¡Sólo con una botella seríamos capaces de volver a tierra!

El "Big Fish" agónico muere lentamente. La esperanza, reventada desde el día en que desapareció el ron, no ha retornado a la tripulación llevando 12 días desde la funesta noticia.

El día quince amanece con un clima espléndido. Antagónico al estado de ánimo del barco. Soleado, calma chicha. En cubierta, algunos hombres -los que aún tienen algo de fuerzas- leen frases aleatoriamente extraídas de la biblia. El marinero Fancio, el más longevo del barco, es la primera muerte anunciada, la primera víctima del ron a bordo. El silencio pesa, va alejando las imágenes de los familiares y el sueño de volver a verlos en esta vida.

Asustado, me acuesto en mi litera a escribir. Relato lo ocurrido, me despido de los que quiero… cuando un susurro me alerta de que algo sucede en la litera de Basilio. Basilio es un hombre listo, preparado. Antes de trabajar en el Big Fish comenzó incluso estudios en química. Acabó entre nosotros por motivos que no vienen ahora al caso.

Basilio, hombre inquieto, habría estado haciendo extraños experimentos desde hacía meses en cada salida que hacíamos. Fiel a nuestra condición de hombres de mar nadie cuestionó nunca sobre sus movimientos.

Ahora, en el ocaso de nuestras vidas, parecía que lo que Basilio contaba adquiría vital importancia -nunca mejor dicho-. Por lo que entiendo, ha tratado en cada viaje de ir fermentado las frutas que estaban en mal estado de la cocina. Kilos y kilos que con calma ha destilado hasta que hoy, a los quince días de nuestra odisea ha conseguido testar sus últimos intentos corroborando su maravilloso éxito.

Con rapidez se programó un racionamiento equilibrado y justo. Primero un trago a los moribundos, que aunque no era ron lo agradecieron igualmente. A continuación el capitán y su equipo de mando. De pronto, el sol comenzó a guiar nuestro destino. La brisa sabía diferente, retomaba ese ligero sabor a vida. En cuestión de días el cielo nos mostró algunas gaviotas que presagiaron nuestra victoria.

El ron nos había guiado hacia la muerte pero la pericia de Basilio y su alcohol destilado nos habían devuelto a la vida, retomar nuestro rumbo perdido.

Lisboa, ciudad que mira hacia el mar. Mayo 2013.
La isla sin Camarón.

Dedicado al químico africano

martes, 2 de junio de 2015

¿Realmente las cosas pueden ser diferentes? Esperemos que sí.

Daba la sensación desde hacía ya algún tiempo que las elecciones del pasado 24 de mayo iban a ser importantes. De hecho, los días previos al domingo electoral experimenté algo que no me ocurría desde no sabría decir cuándo: tenía ilusión porque llegara la fecha y poder votar. Poder manifestar al fin con mi voto como quiero y deseo que se gobierne y contribuir en democracia a la mejora social y económica de la tierra en la que vivo. Pues con mi voto, y esto es algo en el que la desesperanza de cómo están las cosas aún no ha podido conmigo, puedo manifestar del mejor modo posible mi rechazo al poder imperante (a mi juicio corrupto y equivocado en sus políticas y en el que los mismos de siempre se turnan una y otra vez), así como apostar por la alternativa de cambio. Una alternativa que quién sabe, quizás posibilite un nuevo panorama político en el que confiar y del que estar orgullosos.

Todo ello se revistió de un color de esperanza tras escuchar entusiasmado los resultados electorales, siendo quizás la primera vez desde que tengo recuerdos en el que ha ocurrido algo inesperado y en el que siento ilusión, como hacía tiempo no me sucedía, al conocer las nuevas formaciones de gobierno. Ya no tanto por los partidos elegidos en sí, en los que aun a pesar de ser mi mayor deseo, no confío todavía pues el tiempo dirá si son la alternativa válida, sino por dar cuenta de que la mayoría ciudadana parece al fin tomar consciencia de la importancia que tiene participar del sistema político. Un sistema en el que no hay que aceptarlo todo por dado. Nos encontramos ante nosotros con la mejor de las oportunidades para romper con las inercias del silencio, el miedo, la inoperancia y la escasa implicación que han presidido la vida orgánica de nuestro sistema sociopolítico y económico durante los últimos años.

Pues ha llegado, o al menos eso parece, el fin del bipartidismo (tripartidismo en Canarias), si bien aún queda mucho camino por recorrer. Como por ejemplo modificar de una vez el método de toma decisiones en nuestra tierra con la doble barrera electoral, en el que la representatividad parlamentaria del voto es del todo inexistente. Un régimen electoral que parece diseñado básicamente para que Coalición Canaria pueda iniciar su habitual ronda de pactos con la izquierda o con la derecha, y eso qué más da, cada cuatro primaveras. Del mismo modo, y esto se puede elevar a todos los estratos, establecer por ley un sistema de elección mediante listas abiertas, y poder votar así a las personas y no a panfletos. Para poder alcanzar la regeneración política de Canarias uno de los puntos a tener en cuenta sería una profunda reforma del sistema electoral, ello si realmente los nuevos integrantes de nuestro Parlamento desean que los ciudadanos nos creamos que van en serio.

Asimismo, más allá de ideologías innecesarias, debe imperar el sentido común. Ese tan cacareado centro utópico, ajeno a doctrinas irrelevantes, que podría ser alcanzable si las personas fuéramos por primera vez en la historia racionales. Pues, a mi juicio, la respuesta no radica en hablar desde determinadas ideologías políticas, sino desde las libertades. "Ahora a trabajar, queda mucho por hacer" le escuché a Manuela Carmena el domingo para mi total regocijo. Espero que eso sea lo que ocurra en los nuevos gobiernos autonómicos y, si así procede, a escala estatal, pues es preciso trabajar con todas nuestras fuerzas y vigilar con el rigor necesario para que este nuevo espíritu rejuvenecedor del sistema político se traduzca no solo en palabras sino también en hechos.


“Si ya sabes lo que tienes que hacer, y no lo haces, entonces estás peor que antes.” – Confucio




Escrito por Iván Monzón López

lunes, 29 de diciembre de 2014

Correspondencia entre dos Mundos IV

... de Las Palmas de GC a Kinshasa (IV): La isla sin Camarón

Abrigando mi cuello y bolsillo estoy. Poniendo en cuarentena una crítica quijotesca voy dando pasos que se adentran en la obsesiva navidad, siempre prematura y soplando intereses de centros comerciales.

¿Cómo estás camarada, que tal va tu nómada vida?, en mi casa de siete puertas (tal y como las llamaba Pedro Guerra) la cosa sigue su ciclo natural.
En política, se afanan in crescendo en cortar cintas inaugurales, pues es año de elecciones y hay sacar buena nota. Empleo, sanidad, servicios… hay cosas que mejor no masticar demasiado, no sea que la queja se convierta en vicio…

Hace unos días, algo se rompió en mi interior. Desconozco si sabes de la pronta demolición del Estadio Insular de nuestra ciudad. (hasta desconozco si sabes de su existencia ;-). El caso es que se trata de un lugar emblemático en la ciudad, no sólo por hazañas deportivas. Sé que a ti, el futbol ni fu ni fa. Pero en este caso entiendo estarás conmigo que hay lugares que traspasan fronteras sentimentales. Lugares que acaban cargando con la memoria colectiva de un pueblo, se van moldeando de una idiosincrasia que los revisten de un encanto único.

En breve se demolerá y decidí pasarme a observar la decrepitud de un lugar en la historia de mi ciudad que un día era epicentro social de eventos y deporte.



Aquí tienes la imagen. Lo observé y me vi de chico entrando a animar con una bufanda amarilla, unas pipas y con una sonrisa socarrona. De pronto, un aliento apagado atravesó un instante mi cabeza. Paredes y tierra cargadas de historia, batallas deportivas, ilusiones de niñez, amigos, penas y alegrías. En fin. Será eso a lo que llamamos progreso… o a lo mejor es sólo que nos estamos haciendo viejos.

Abrazos y que tengas un buen comienzo de año. Salud!




.. de Kinshasa a Las Palmas de GC (IV):  Bocanada de oxígeno

…lugares que imaginan a un colectivo sonreír para adentro, lugares que a veces simbolizan la unidad y estabilidad social de ese pueblo que mencionas, es decir, lugares importantes por el bien común. Mucho me temo que la clase dirigente predecesora que debe irse, la cual se contamina y mezcla con el interés del poder económico, no tiene ni ganas ni recursos inteligentes, ni valía ni visión de futuro, no han sido capaces de jugar en una liga mayor de carácter social. Simplemente, no están a la altura de las circunstancias, no conocen el mundo ni como amortiguar los cambios, cómo valorar la empatía del pueblo haciéndolo más competitivo y educado a base del uso inteligente de nuestros recursos, de una gestión participativa y democrática, y no con bocadillos de mortadela.

No estoy a favor del fútbol estelar ni de los jugadores de 20 años patéticamente idolatrados con millones de euros en pro del negocio clandestino, pero me gusta el deporte de equipo (ya sabes que el mío es el Basket) y lo que representa, y un equipo y su feudo puede ser un símbolo de estabilidad, de unidad en éstos tiempos de separatismo constante, tan aplaudido por algunos sectores.

Canarias y el pueblo español ha sido una región deshonesta consigo misma, sin interés colectivo ni ánimo de mejora a partir de la unidad. Qué ridículo se me hace pensar en el pleito insular, me da vergüenza ajena, pero es mi vergüenza también. Qué patético es el carácter nacionalista de la élite catalana y los “pro vascos” al margen de la ley; ayer veía una entrevista en la TV5 internacional francesa a Tiken Jah Fakoly (escuchar el famoso tema “Plus rien ne M´Etonne”), decía que su sueño es ver unos Estados Unidos de África. En parte tiene razón, más allá del falso paternalismo occidental y la masacre perpetuada en la colonización, actualmente cada país africano debe tomar sus riendas y hacerse responsable de su futuro, y esto pasa por la unión y la estabilidad de sus instituciones, fuertemente corrompidas. No están unidos y no son estables, lo veo ahora mismo en RD Congo, 186 de 187 en las listas de desarrollo humano, IDH.

Ese estadio reunía a un amplio colectivo ciudadano y lo hacía más feliz, por tanto más fuerte para afrontar la inestabilidad social actual, la pesadumbre de las carencias de empleo, educación y sanidad. Su destrucción, podría ser un símil más de la minoría dirigente que ha vivido y ha trabajado por el bien de otra minoría potente económica y socialmente, mientras que debieran haber vivido como la mayoría y además trabajar para el bien de la mayoría, eso es una sociedad democrática, igualitaria, y con bases sociales serias. Lo actual es un chiste vergonzoso que no deja de sorprendernos día a día.  

Pero así es, todos cometemos errores, y yo también los he cometido, así que veremos qué pasa en el futuro compay, por lo pronto espero visitarte en febrero o marzo a mi vuelta a las islas!

Un abrazo,
Jaime 



viernes, 19 de diciembre de 2014

Una noche sin ti

La noche no difería de cualquier otra. Sólo mi ánimo la pintaba optimista.

Nos encontramos como habitualmente. Sin darnos pistas fueron cayendo aleatoriamente algunos habituales. Otros, secundarios de corta memoria, simplemente no cuajaban.

En la entrada, desfasados cirróticos desafían el frío por unas míseras caladas de yerba. Deben de llevar meses inmóviles.  Al cambiar el sentido de la brisa llenan el bar de su inconfundible fragancia. Creí reconocer entre ellos a Jesucristo (así es como se me presentó) y al tipo al que una vez vi sacar amenazante un cuchillo de los pantalones dentro del bar. Ya no hay respeto por nada.

En la pared banderas de la Unión Deportiva, bufandas, insípido nacionalismo y arados canarios. Mobiliario amortizado hace décadas y algo de serrín en dónde la barra muere.

Las mesas apelotonadas acumulan botellines vacíos y conversaciones inacabadas. La arista más ruidosa de la mesa que comparto oculta alguien que pretender subastar cariño.

Tu ausencia dispara mi capacidad de consumo. Algunas cervezas después, me olvido de ti.

Cada viaje al sótano a mear encuentro algo de aire. Dibujo corazones en el fondo de la taza, silbo algo de Burning y medito acerca de si aún te tengo a tiro. Me detengo a leer las pintadas de la puerta

Bebo y río. Abrazo palabras e insultos. Fijo la mirada en el espejo frente a mí y descubro al dueño tras la barra, discutiendo y harto de la vida.

El aroma a petricolor lagunero cubre mis pasos en el zigzag involuntario a casa. Pesco un último cigarrillo en el bolsillo descubriendo en la primera calada que esta partido…. mejor, este es que crearía problemas de impotencia…

Abro el portal creyéndome silencioso y encuentro de frente a un borroso Monchito, ínclito portero de edificio, junto a su bigote de brocha gorda. Entre suspiros sacude un esputo."Ya es tarde para morir joven", me parece escuchar mientras me alejo.


Cierro la puerta, me acuesto vestido con la luz de la mañana sacudiendo ya las sábanas. Me dejo llevar por el vaivén de mis pensamientos…"los economistas están aterrados". Mis ronquidos toman una cadencia fúnebre y por fin desaparezco.