Llego con la fuerza de millones
de palmas que señalan el epicentro de la economía del país, la capital
financiera. La ciudad es un cúmulo de contradicciones, plagada de cromos
antagónicos y fotografías que trato de quedarme para, un día cualquiera,
regalar a quien quiera escucharlas. Pero ante todo, me lleno de momentos con
los que sentirme más unido al mundo o a la realidad. Es imposible tratar de
entenderlo todo pero no cejo en el empeño.
Barrio financiero y río Yangtze desde el Bund. Octubre 2013. La Isla sin Camarón. |
En los barrios, los rebaños se
acumulan atolondrados e inertes esperando que la luz verde empuje sus cuerpos a
la vida. Taxis, gritos, regateos, empujones, metros, consumo, horarios.
Sus habitantes se jactan de ir
dejando atrás al país avergonzado y retrógrado. Sonríen con orgullo al ver sus
mentes abiertas, su optimismo empapado de influencias occidentales del foráneo,
aprender idiomas antes impensables, a codiciar el consumismo occidental, absorber
turismo y sacar tajada, a querer sentirse uno más en la fiesta...
Curiosa imagen al ver como en una
ciudad de 20 millones de habitantes, aún hoy, en las diminutas y
pobladas viviendas de los barrios más pobres se tiende la ropa en las aceras,
entre farolas o arbustos. Sin miedo al robo pues se tiene la certeza de que
esto trae mala suerte.
En la calle comercial más importante
de una de las urbes con mayor población del planeta, llamada Nanjing, puedes tener la suerte de encontrar
chinos que escapen del mandarín y te hablen en un inglés básico. Incluso algún
buscavidas te lanzará algunas frases o palabras aisladas en tu idioma, si se
trata de un comerciante audaz. A su vez, también con algo de fortuna,
encontrarás personas paseando tranquilamente en pijama entre el gentío y
bullicio continuo. Ante mi asombro me entero que hace siglos, era un signo de
poder y fortuna usar pijamas pues no eran accesibles a todos los bolsillos. La
naturaleza del ser humano es inescrutable, pues las prendas con los que se
pavonean estos ciudadanos se acercan más al algodón o franela que a la
codiciada seda oriental.
Los parques son curiosos remansos
de paz, en medio de calles en las que en ocasiones es imposible andar. En ellos
la población disfruta de cualquier actividad en armonía y en grupos numerosos.
Tai chi chuan, bailes modernos, terapias de relajación, cantos, artes marciales,
comidas esporádicas o cualquier actividad que se pueda practicar al aire libre
se muestran sin pudor ante la normalidad aparente del peatón.
Barrios gestados por ricos
comerciantes extranjeros imponen cromáticas creaciones arquitectónicas que viajan
a países lejanos y otros tiempos más florecientes. Según el prisma, París o
Viena, Londres o una pujante ciudad del norte de EEUU. Incluso animándote a
bailar al vaivén que marca el río Yangtze puedes ver un infinito escaparate de
rascacielos que nada tiene que envidiar al famoso Sky Line de la gran manzana.
En las vías secundarias del
centro conviven, al amparo gubernamental, los comercios de imitaciones de
grandes marcas mundiales. Atrayendo al turista a un suvenir que nada tiene que
ver con el país o sus riquezas culturales/históricas.
Las sombras de la noche, dejan
entrever miedos y desengaños de una población saturada. Paralelismos entre
creencias como el budismo o las tradiciones culinarias, asemejan a ciudades hindúes
atestadas de polución, gentes y desigualdades.
La belleza de la ciudad asombra
al doblar cada esquina, colosal, llena de vida y multicolor. Cuidando los
detalles virtuosos orientales y respetando las formas. Pero tras sus telones
también hay una sociedad que libera un animal que se aleja con odio del pasado
y del resto de la nación. Que devora sueños de millones y también crea
fortunas. Una ciudad que sueña en colores de neón, susurra al oído de los
dioses y se levanta con aspiraciones de hegemonía comercial mundial.
Rascacielos que desaparecen en el infinito. Octubre 2013. LISC. Shanghài. |
Calle Nanjing, masificada. (23:00 p.m.) Octubre 2013. LISC. Shanghài. |
Comercios orientales en cualquier calle de la ciudad. Octubre 2013. LISC. Shanghài. |
Me ha encantado, y has reflejado muy bien lo que se percibe al llegar y estar en Shanghái.
ResponderEliminarMuchas gracias. A mi me impresionó muchísimo los contrastes que tiene la ciudad. Lo cierto es que me gustaría volver algún día con más tiempo.
EliminarBesos.
A mi también me ha encantado!, hasta me llegaba el murmullo de la gente, los olores,...las ganas de conocer China que nunca había sentido.
ResponderEliminarGracias por hacernos viajar contigo,,,y lo bien que escribes mi hermano.
besos
Gracias a tí por leerlo. En cada viaje si te detienes te das cuenta de que vivimos en un mundo que encierra interminables mundos. Es increíble lo cerca y lejos que estamos en este planeta.
EliminarBesos