El escritor sintió un fuerte dolor en el brazo derecho,
seguido de una aguda punzada en el corazón. Cayó al suelo mientras entre
gemidos se retorcía de angustia. Hacía bastante tiempo que los médicos trataban
de prevenir un trágico final advirtiéndole en numerosas ocasiones. Pero siempre
fue de buen comer y tenía muy claro como pensaba disfrutar de su vida.
Al abrir lo ojos, un suntuoso salón hacía las delicias de
los invitados. Sintió como si algo le estuviera empujando hasta traspasar el
amplio marco de entrada.
Una vez dentro, se produjo un silencio sepulcral. El numeroso
público que lo rodeaba se quedó instantáneamente expectante clavando sus
miradas sobre él. Se sintió paralizado unos momentos cuestionando que fiesta
era esta. Y le invadió un extraño sentimiento de familiaridad con toda aquella
gente, como si de alguna manera conociera bien a cada uno de ellos. Se contaban
por centenas.
Al momento, un caballero de avanzada edad se le acercó a
su derecha y, con una voz que invitaba a seguirlo hasta el fin del mundo, lo
saludó cortésmente. Parecía conocerlo bien.
Muy buenas, contestó completamente desorientado. ¿Dónde
estoy?, ¿Quiénes son todos ustedes?, ¿Cómo he llegado hasta aquí?... Tratando
de entender, lanzaba preguntas atropelladas sin dar tiempo a réplica por parte
del caballero que le miraba, a su derecha, con paciencia.
Cálmese, está en el lugar mejor que pueda imaginar. Toda
esta gente ha venido hasta aquí por usted, al igual que yo.
¿Cómo dice…?, no entiendo. Respondió el escritor tratando
de unir piezas.
Así es, todos están aquí para homenajearlo; a fin de
cuentas ha sido usted quien los ha creado. Y seguramente, si cierra los ojos
sabrá incluso quien soy yo.
El escritor, tomándose unos minutos para asimilar la
situación, comenzó a fijar su mirada en la gente que, aún en silencio, le
rodeaba. Advirtió como en primera fila se encontraba la señora Marquesa que
había protagonizado un pequeño relato de su juventud, lo supo por su aspecto y
por estar junto a un elegante mastín que la protegía.
Así fue, poco a poco, reconociendo a todos los presentes,
empezando por los niños mágicos de sus cuentos en la isla de San Borondón, tal
y como los había imaginado. Se topó con personajes que ya casi había olvidado a
lo largo de una vida de escritura; y así fue como uno por uno se fue
reencontrando con ellos: el señor Valentín (el quesero, si no recordaba mal),
la tierna niña de los rizos de oro y ojos color verde helecho, al viejo
encofrador que helaba con su profunda mirada, al bueno de Pedro Curbelo, el denigrado
boxeador cubano, el saxofonista, al príncipe y la corista, y hasta los hermanos
Martín, amigos de lo ajeno.
Cuando hubo reconocido a muchos de ellos se detuvo, queriendo
saber quien era la persona con la que hablaba. Esta le dijo que cerrara los
ojos y se imaginara alguna de sus novelas. No precisó mayor ayuda. Se trataba
del narrador que tantas veces había estado en su cabeza, colaborando, letra a
letra, a componer las más variopintas historias. Su más fiel aliado, con el que
mantuvo no pocas discusiones a lo largo
de su carrera literaria.
El narrador, sabiendo que ya le había reconocido, y
conociendo la confianza que en él depositaba, le susurro:
<<Tienes la oportunidad de volver, y seguir creando
un maravilloso universo de personajes e historias de las que algún día
disfrutarás. Pero no hoy>>
El escritor, de un sobresalto abrió los ojos despertando en
una camilla de hospital. Únicamente deseaba tener a mano un papel y regresar a
vivir escribiendo.
Jardín botánico Viera y Clavijo. Febrero 2012. La Isla sin Camarón |
Siempre inquietante
ResponderEliminarTurbador en consecuencia.
Eliminar!Muy bueno Quique!
ResponderEliminarMuchas gracias pistolero.
EliminarSaludos!
me ha gustado!. besos
ResponderEliminarMe alegro, besos
EliminarQué bueeeno!! Seguramente que a más de un creador de historias y personajes este será un sueño muy habitual. jejeje.
ResponderEliminarSaludos,
Eso parece. A raíz de escribir esto me comentaron diferentes personas que vieron en cine (Big Fish), o en literatura (Los últimos días de Fernado Pessoa), ideas parecidas a este relato. Curioso. Supongo que ya casi todo está inventado.
EliminarBesos