Reflexiones de un tío que duerme poco
A nadie se le escapa que vivimos una época muy
difícil, una etapa en la que sin entender muy bien los motivos parece que a
muchos se nos ha querido robar la capacidad de soñar. La economía, esa ciencia
del todo inexacta y completamente politizada que nos han pretendido colar como
el único factor para alcanzar la felicidad, realmente domina nuestra vida y, al
parecer, nuestro futuro. No es de extrañar claro, nos saturan con los malos
datos económicos: los precios por las nubes, las cada vez más alarmantes cifras
de desempleo, los inmorales desahucios, los negocios que se ven obligados a
cerrar, traducidos todos ellos en ilusiones que se destruyen y en puñaladas a
la esperanza.
La situación empeora cuando observamos impotentes
como las políticas actuales parecen encaminadas prioritariamente a mantener los
privilegios de las oligarquías políticas, financieras y monopolistas,
desangrando aún más a la sociedad civil, es decir a nosotros, y a la vez solo
parecen agravar la crisis, esa que nos prometieron en 2010 que había
desaparecido. Privatizan la sanidad y la educación, eliminan partidas
esenciales en los presupuestos, y los destinan mayoritariamente a cubrir los
intereses de la deuda pública española, mientras que un elemento se mantiene
imperturbable: la corrupción. Nos piden comprensión y solidaridad para un
supuesto esfuerzo equitativo y absolutamente obligatorio, sin embargo da la
sensación de que a cambio lo único que persiguen es reírse de nosotros.
Reclaman austeridad, pero una austeridad mal entendida, pues lógicamente sin
crecimiento no hay producto, y para que haya crecimiento debe fomentarse la
actividad. Recortar en vez de
racionalizar partidas dejando de lado políticas sociales y de crecimiento tan
solo supondrán denigrar aún más a las economías domésticas, y por extensión
mayores niveles de pobreza en nuestra sociedad. De seguir así, menguando
nuestra ya débil economía, quizás caigamos en un pozo del que difícilmente
podamos salir más adelante, no hace falta ser economista para saber esto.
Nunca he sido de los que busca culpables, pues
siempre he creído que acusando sin buscar soluciones poco se consigue en esta
vida. Ahora bien, al observar perplejo los últimos acontecimientos, tan solo sientes
rabia e impotencia pues en un vaso que ya estaba de sobra sobrepasado, de
repente surge un tsunami desolador, sin conocer además qué será lo siguiente.
Aún sin confirmarse este penúltimo caso de corrupción, me invade una
inseguridad demoledora e infinita, ya que en un país con casi seis millones de
parados y la pobreza avanzando inexorable, contemplamos atónitos como aquellos
que deberían ayudarnos a sobrevivir a esta crisis, incumplen lo pactado e
ignoran su responsabilidad para con nosotros. Cierto es que el papel lo aguanta
todo, pero espero encarecidamente que este no caiga en papel mojado.
Necesitamos un soplo de aire fresco en nuestro panorama político para superar
esta crisis en un principio económica, que como todos sabemos ha derivado y sacado
a la luz una crisis que alcanza lo moral. La sociedad política nos aplasta
vilmente, y olvidan que sin nosotros no hay Estado legítimo. Grave error. Hace
falta un nuevo pacto, un nuevo contrato entre el individuo y el Estado, pues
este modelo está quemado. No funciona. Si queremos escapar del agujero se ha de
dar un paso más, mediante nuevas herramientas que nos sitúen otra vez en la
senda del crecimiento y del progreso. Un modelo pragmático y eficiente ajeno a
ideologías irrelevantes.
Cierto es que esto no ha hecho más que empezar y
nadie sabe cómo acabará, pero es ahora cuando sus interminables escándalos les
han puesto en jaque (Gobierno, oposición, monarquía, sindicatos, patronal…),
abriendo una puerta al cambio. Una nueva constitución, un nuevo régimen
electoral, un nuevo modelo territorial…, todo un volver a empezar mediante el
debate, en el que retomemos las riendas de la situación y de nuestra vida,
hasta ahora bajo el yugo de la maquinaria del Sistema. No caigamos en la rutina
y la pereza, no sucumbamos al miedo del cambio, pensemos en quienes somos y en
que queremos, y digámoslo bien alto sin olvidar que hay que escuchar lo que
tengan que decirnos aunque no lo compartamos. De lo contrario mantendremos la
obsoleta dinámica de siempre, que nos ha llevado a este colapso sin que nada
podamos hacer para remediarlo. Quizás sea un inocente, pero aún guardo la
esperanza en que todo esto marque de algún modo el final de una era y el
comienzo de una nueva.
“Curiosamente los votantes no se sienten responsables de los fracasos de
los gobiernos que han votado”. Alberto Moravia, escritor y periodista
italiano.
Escrito por Iván Monzón. 6 febrero de dos mil trece.
Portada de esta semana de la revista EL JUEVES - La isla sin Camarón |
¡Qué realidad más triste! y vaya mierda de gente que no tiene verguenza. A mí personalmente todo esto me enerva y no sé ni lo que me parece. Muy bien la ilustración del jueves pa tirarlos a todos por el retrete y a empezar de cero,no?
ResponderEliminarMuy de acuerdo. Lo que está claro es que esta gente solo se representa a sí mismo. Lo gracioso es que además de robarnos, lo hacen mal. En fín, a ver sin entre todos conseguimos empujarlos por el sumidero...
EliminarMuy bueno Iván, espero que tengas más noches sin poder dormir siempre que sean tan productivas ;)
ResponderEliminarEs verdad Sara, aunque a lo mejor Iván no opina lo mismo... lo digo porque seguramente prefiera dormir y escribir por el día jeje. De cualquier manera, un crack el compi.
EliminarMuchas gracias, la verdad es que a veces pienso que quizás sean por estas mierdas de tios los que me desvelan y me hacen no poder sobar trankilo jejejeje.
EliminarBesos y abrazos. Me alegro que les haya gustado.