Daba la sensación desde hacía ya
algún tiempo que las elecciones del pasado 24 de mayo iban a ser importantes.
De hecho, los días previos al domingo electoral experimenté algo que no me
ocurría desde no sabría decir cuándo: tenía ilusión porque llegara la fecha y
poder votar. Poder manifestar al fin con mi voto como quiero y deseo que se
gobierne y contribuir en democracia a la mejora social y económica de la tierra
en la que vivo. Pues con mi voto, y esto es algo en el que la desesperanza de
cómo están las cosas aún no ha podido conmigo, puedo manifestar del mejor modo
posible mi rechazo al poder imperante (a mi juicio corrupto y equivocado en sus
políticas y en el que los mismos de siempre se turnan una y otra vez), así como
apostar por la alternativa de cambio. Una alternativa que quién sabe, quizás
posibilite un nuevo panorama político en el que confiar y del que estar
orgullosos.
Todo ello se revistió de un color
de esperanza tras escuchar entusiasmado los resultados electorales, siendo quizás
la primera vez desde que tengo recuerdos en el que ha ocurrido algo inesperado
y en el que siento ilusión, como hacía tiempo no me sucedía, al conocer las nuevas
formaciones de gobierno. Ya no tanto por los partidos elegidos en sí, en los
que aun a pesar de ser mi mayor deseo, no confío todavía pues el tiempo dirá si
son la alternativa válida, sino por dar cuenta de que la mayoría ciudadana
parece al fin tomar consciencia de la importancia que tiene participar del
sistema político. Un sistema en el que no hay que aceptarlo todo por dado. Nos
encontramos ante nosotros con la mejor de las oportunidades para romper con las
inercias del silencio, el miedo, la inoperancia y la escasa implicación que han
presidido la vida orgánica de nuestro sistema sociopolítico y económico durante
los últimos años.
Pues ha
llegado, o al menos eso parece, el fin del bipartidismo (tripartidismo en
Canarias), si bien aún queda mucho camino por recorrer. Como por ejemplo
modificar de una vez el método de toma decisiones en nuestra tierra con la
doble barrera electoral, en el que la representatividad parlamentaria del voto es
del todo inexistente. Un régimen electoral que parece diseñado básicamente para
que Coalición Canaria pueda iniciar su habitual ronda de pactos con la
izquierda o con la derecha, y eso qué más da, cada cuatro primaveras. Del mismo
modo, y esto se puede elevar a todos los estratos, establecer por ley un
sistema de elección mediante listas abiertas, y poder votar así a las personas
y no a panfletos. Para poder alcanzar la regeneración política de Canarias uno
de los puntos a tener en cuenta sería una profunda reforma del sistema
electoral, ello si realmente los nuevos integrantes de nuestro Parlamento
desean que los ciudadanos nos creamos que van en serio.
Asimismo, más allá de ideologías
innecesarias, debe imperar el sentido común. Ese tan cacareado centro utópico,
ajeno a doctrinas irrelevantes, que podría ser alcanzable si las personas
fuéramos por primera vez en la historia racionales. Pues, a mi juicio, la
respuesta no radica en hablar desde determinadas ideologías políticas, sino
desde las libertades. "Ahora a
trabajar, queda mucho por hacer" le escuché a Manuela Carmena el
domingo para mi total regocijo. Espero que eso sea lo que ocurra en los nuevos
gobiernos autonómicos y, si así procede, a escala estatal, pues es preciso
trabajar con todas nuestras fuerzas y vigilar con el rigor necesario para que
este nuevo espíritu rejuvenecedor del sistema político se traduzca no solo en
palabras sino también en hechos.
“Si ya sabes lo que tienes que hacer, y no lo
haces, entonces estás peor que antes.” – Confucio
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