domingo, 13 de abril de 2014

Desmontando primavera

Recuerdo la brisa marina del sur que me forzó a cerrar los párpados. El sabor del mar y mi mochila cargándose de un sol iracundo. Paladeo el áspero vino de Juansito en las noches preuniversitarias cuando repican las campanas británicas que anuncian el fin de una noche de pintas.

Repaso el primer libro que empujó algunas lágrimas sobre unas mejillas imberbes, aquella novela que ordenaban leer en la extinta EGB. Mi primer y antepenúltimo beso, la infancia, los Beatles, Sabina o Blur, Wonder, Rodríguez, Morrison o Vega… mis iniciales incursiones en la cocina mediante el mojo picón, o el frío de Guajara en la noche lagunera del turno de tarde.

Las imágenes, bajo un filtro vintage, se acumulan en mi cabeza sacudiéndose aleatoriamente con el despertar primaveral. Obligado a pasar una temporada en el sofá -afortunadamente desacostumbrado- revivo en los pasos de una vida optimista. Capitulo imágenes en pequeñas sesiones de sueño, hastío y decreciente dolor, custodiado por amor y gentes.

Y en continuas modorras incipientes el techo se desploma, se desvanecen los muros de mi cálido hogar. Se desfloran recuerdos de páginas escritas en mil historias condensadas en una simple vida que llega a un ecuador acicalado.

Recupero consciencia; empujo garganta abajo un calmante tras un buche de agua con gas y recuerdo que acostumbro a vivir siguiendo los latidos de mi pecho, por encima de los consejos de mi cabeza.

Miro el folio en blanco. Me animo a dibujar sonrisas que nunca olvidaré, personas que no se marcharán. Entra nuevamente un cálido sol por mi salón y apago el cerebro redescubriendo viejos discos que acercan lugares y momentos…


Aún sigo en uno de esos días de verano que duran más que en invierno.

Funambulista. El Médano (Tenerife). Marzo 2014. LISC

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